Escribe: Pepo Garay
(especial para EL DIARIO)
“Alto, mucho más alto, sólo el cóndor puede llegar”, decía una famosa publicidad de Aerolíneas Argentinas de fines de los ‘80. Y ahí está El Cóndor, con mayúsculas, llegando alto en Traslasierra. Tradicional punto de descanso para quienes se dirigen a la médula del valle, el pequeño parador también resulta una base propicia para recorrer las bellezas circundantes.
Desde arriba, los bucólicos paisajes de esta desolada región de la provincia se aprecian de manera cabal. Infinitas praderas de montaña se dispersan en el terreno, enalteciendo esa fórmula tan característica de las Altas Cumbres: piedras y verde, verdes y piedra. De la mano de un poderoso sánguche de pan casero, salame y queso autóctonos (una de las especialidades locales), el viajero escanea el entorno, asimilando sus vericuetos. No ve la hora de lanzarse a descubrirlos.
Emulando a Loeb
El Cóndor supo ser un hotel de montaña, allá por 1939, cuando fue construido. Hoy, el parador y la estación de servicio conforman una posta obligada para descansar y admirar. Conviene frenar el auto y el apuro, y relajarse en torno al monumental contexto.
Así, imbuidos de mística serrana, salimos a recorrer los alrededores. Emulando a Sebastian Loeb y otras grandes estrellas del rally mundial, llegamos a Copina, completando uno de las etapas más emblemáticas de la competencia internacional. El camino de tierra secundario nos lleva a través de una tenue pendiente, entre gigantescas formaciones rocosas. Tras atravesar los célebres puentes, divisamos el diminuto caserío, dominado por un puñado de habitantes. Las costumbres y hábitos típicos de las aldeas de montaña se aprecian aquí en todo su esplendor.
Hacia la dirección contraria, ingresando a la Reserva Hídrica Provincial Pampa de Achala, aterrizamos en el Colegio Liqueno. Esta histórica institución brinda amparo y educación a jóvenes de escasos recursos de Mina Clavero, Ambul y demás localidades cercanas. Enclavado a 2.100 metros de altura sobre el nivel del mar, no conforma un destino de fácil acceso. Sin embargo, su importancia cultural y las bellezas que lo bordean, justifican la travesía.
Siguen las opciones
Cerca de allí aparece La Posta. Otrora sitio de descanso para los baqueanos que se dirigían a Córdoba, en la actualidad hace las veces de bunquer para quienes realicen caminatas y otras actividades de aventura. Luego, retomando la ruta nacional 20, resulta sencillo llegar hasta el nacimiento del río Mina Clavero. Tras una agradable paseo, se arriba a la cascada que, como un vergel, le da vida a este cause de agua.
Ya alejándonos ostensiblemente de El Cóndor, surgen los destinos más populares del Valle de Traslasierra propiamente dicho: Mina Clavero, Nono, Cura Brochero y Taninga, con sus míticos túneles, son algunos de ellos.
Pero para qué apartarnos tanto del camino, cuando La Pampilla, principal punto de acceso del Parque Nacional Quebrada del Condorito, está tan cerca. Son 40.000 hectáreas de quebradas y deslumbrantes perspectivas. Internarse en los secretos del escenario es tutearse con lo más profundo de la Córdoba Salvaje. Un terreno virgen donde todo está como entonces, como hace tiempo, como hace mucho.
El vuelo del cóndor
De fama internacional a partir de sus loados atributos, el Parque se distingue por sus peculiares habitantes, que le dan nombre y color. Los cóndores, protegidos celosamente dentro de los límites de la reserva, realizan sus vuelos entre cúspides, ofreciendo un espectáculo natural envolvente.
Una vez más, el viajero contempla el panorama. Las laderas, las piedras, el sol, las nubes atrevidas. Alto, pero mucho más alto. Se siente poderoso. Sólo El Cóndor, y él, pueden llegar.
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