Cuando desees entender a tus viejos, y llegado al caso a tus abuelos, ponete a escuchar Sui Generis.
Si quieres viajar a los tempranos setenta, recoge tus cosas y siéntete bienvenido al tren. Ubícate entre Natalio Ruiz y Mr. Jones y pregúntale a Mariel por su amado capitán. Si necesitas a alguien que te emparche un poco, acércate cual fantasma de Canterville, y susúrrale al oído: "Si pudiera amarte, lo haría sin ningún temor".
Cuando mueras solamente los domingos, cuando prepares la cama para dos, cuando no te quede más que rasguñar las piedras, cuando te empieces a quedar solo.
Cuando quieras entender por qué después pasó lo que pasó, pensá que había pibes que cantaban: "La mediocridad para algunos es normal, la locura es poder ver más allá" (El tuerto y los ciegos). Sui fue la frontera antes del terror y eso es lo que evoca Nito Mestre cada vez que se presenta en un escenario. En un presente donde la hegemonía del rock ha sido digerida literalmente por el sistema y cualquiera de sus manifestaciones se puede decodificar como una parodia al estilo Capusotto.
No obstante, pibes que le cantaban al amor y a la libertad se arrimaron el domingo al Sobral (cerca de 200 personas), con sus años encima y sus hijos a los costados. La generación menuda de Youtube que canturreó: "...Y si te han puesto teléfono, también tu numeración".
A ese pasaje mágico y retro, adornado por la voz intacta de Nito, se le sumaron canciones nuevas en el mismo tono: "Flores en el mar" (dedicada a su madre), "My dear" (a su mujer, y probable título del nuevo album) y "El fin del mundo". "Esto no es una despedida, es un reencuentro", expresó Mestre ante el público, a 33 años del "Adiós Sui Generis". Que se renueven las bienvenidas.

Juan Ramón Seia