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“No necesita papeles y notas para ser precisa en sus afirmaciones y estadísticas, lo cual supone, además de una preparación inmediata, una formación lingüística y oratoria notables”, dice Mariani en su escrito |
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Escribe Presbítero
Guillermo “Quito” Mariani
Amigos: la reflexión de hoy viene a raíz de la reciente conmemoración del Día Internacional de la Mujer. El artículo es y traduce mi criterio personal. Respeto profundamente a quienes no lo compartan pero, a la vez, creo que a mis 82 años, ya cerca de muchas fronteras, no debo guardarme lo elaborado con paciencia y análisis sereno.
Un abrazo y gracias por el afecto, el aliento, las divergencias y la amistad de siempre.
Los defectos se perciben mejor en las personas más encumbradas. Por eso para descubrirlos sin reparos, elegimos a la señora presidenta de la Nación, con la señora presidenta del Banco Central y las distintas mujeres con función ministerial con las integrantes de las cámaras legislativas.
El primer defecto común a todas es ser mujeres. En una sociedad eminente y tradicionalmente machista, el papel de la mujer es de sumisión o imitación al ser superior, el varón. Es lo que piensan entre nosotros la mayoría de los varones pero, y esto es lo más grave, una cantidad de mujeres profesan una admiración que llega a profunda veneración de las cualidades masculinas. Son ellas las que no pueden tolerar que una mujer como ellas ocupe puestos de importancia en la sociedad. La mujer es para el hogar y ¡nada más!
Por eso la actitud del Campo insultando a la presidenta en los cortes, con conceptos rastreros que atentaban incluso contra su dignidad personal y su género femenino, dio origen a los cacerolazos de mujeres contra la mujer, y sembró una antipatía antifeminista que no acaba de curarse.
Defectos especiales de la señora Cristina Fernández de Kirchner.
Es inteligente y profunda en sus conocimientos y criterios.
Está informada minuciosamente.
No necesita papeles y notas para ser precisa en sus afirmaciones y estadísticas, lo cual supone, además de una preparación inmediata, una formación lingüística y oratoria notables.
Sus afirmaciones traen siempre una argumentación que quizás no satisfaga a todos, pero que es argumentación racional.
No descuida los detalles de su presentación personal y a veces exageró los gastos en indumentaria y arreglo corporal, como lo desearían muchas mujeres.
No recurre a penas, ni aún a las que corresponderían legalmente, para reprimir los movimientos, insultos o atentados destituyentes en su contra.
Goza de aceptación y respeto en todas las convocatorias internacionales.
Está decididamente a favor de los movimientos latinoamericanos de liberación, con vistas de marchar hacia un capitalismo menos salvaje y preparar el advenimiento de un socialismo humanitario.
Mantiene, como no ha sido común en los últimos tiempos, una relación familiar cálida y correcta.
Ha tomado decisiones importantísimas e impostergables para remediar falta de independencia y enajenamiento de bienes nacionales, así como de mandar al Congreso, sin previo aviso, leyes esperadas y reclamadas de hace largo tiempo, o emanar contados decretos de necesidad y urgencia frente a circunstancias en que dejar pasar era hacerse cómplice.
Ha buscado remediar en un grado medido de posibilidades, como lo permite a duras penas el sistema capitalista, las situaciones de pobreza, desempleo y salud.
Ha recordado gestos de Evita, que para muchos sectores sigue siendo, con su conciencia social agresiva, un demonio destructor de la paz social sostenida en base a la injusticia.
Es lógico que todos estos defectos resulten más que suficientes a quienes han sido cómplices de la entrega del país, a quienes no han podido convencer a suficientes electores para instalarse en el poder, a quienes están sostenidos por las grandes empresas o amenazados por las mismas con la pérdida de sus favores, a quienes necesitan miles de asesores para pronunciar un discursito sobre cualquier materia, a quienes encuentran en las dilaciones de la Justicia y el Poder Legislativo la excusa para la impunidad y el mantenimiento de sus privilegios.
Pero es mejor tener esos defectos que lo que ellos llaman “virtudes”.
Por eso sería bueno que aprovecháramos la circunstancia histórica de una mujer en la Presidencia, para admitirla como un faro para la Nación y para el mundo.
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