Escribe:Jesús Chirino
A la par de la terrible acción represiva que desarrolló la dictadura desaparecedora de personas, que tomó el poder en 1976, llevó adelante una intensa actividad propagandística para la cual utilizó diversos medios. Entre las muchas actividades destinadas a poner en circulación los discursos que pregonaba la dictadura solía publicar avisos en la prensa escrita.

Amigo represor

En la edición del 25 de abril de 1981 del diario local “Noticias de Villa María” encontramos una suerte de solicitada que se titula “Carta abierta a los padres argentinos”. Al pie del recuadro que contiene la misiva, y como si se tratara de una firma, figura la frase “Un amigo”. La nota no tiene otro tipo de identificación que dé cuenta acerca de quién es el responsable de su publicación. Planteado el tema de la autoría de esta nota a trabajadores de prensa, que entonces cumplían con sus actividades en el mencionado medio, señalan que la misma era remitida por las autoridades del gobierno cívico-militar de entonces. Es decir se trataba de propaganda oficial de la dictadura.
La “Carta a los padres…” fue publicada en varias oportunidades y tenía su correlato en avisos publicitarios de la dictadura que se emitían tanto por televisión como por radio. En todos ellos se decía que los padres eran responsables de la suerte que seguían sus hijos si los mismos se sumaban a la guerrilla. En ese razonamiento apelaban a que los padres ayudaran a vigilar la ideología que cultivaban los hijos.

Respetar el “orden natural”

La carta de referencia iniciaba diciendo “Hoy la educación de sus hijos no sólo es una obligación. También una responsabilidad”. Luego pasaba a señalar que entre el 25 de mayo de 1973 a marzo de 1976, período de gobiernos democráticos, fue un tiempo en el cual los jóvenes fueron “adoctrinados sutilmente” en contra del sistema de valores a los que la dictadura adhería y consideraba propios de un orden natural. Este punto debe ser subrayado dado que la dictadura entendía lo que llamaba “subversión” como la negación de un orden natural que, según los filósofos afines a los represores, preexistía al hombre y se fundamentaba en Dios. Ese orden natural que no sólo formaba parte del misterio de Dios sino, también era considerado una realidad acabada en sí misma e inviolable por su propia naturaleza. En definitiva, según esa visión, un orden para respetar, no para cuestionar y menos para ser negado en su calidad de natural.

En “La carta…” se plantea que antes de la dictadura “muchos hijos de familias honestas y trabajadoras” fueron adoctrinados en contra de los valores que supuestamente cultivaban esas familias. Paso siguiente explicita la escala de valores: “Dios, la Patria, la familia, el respeto al próximo (sic) -entendemos que se trata del prójimo- la escuela, la propiedad y las jerarquías”.

“El orden” de los asesinos

El escrito que nos ocupa dice que cuando los hijos empuñaron las armas y pasaron “a la guerrilla” muchos padres notaron “el peligro. Las malas compañías, las reuniones sospechosas, los libros extraños, el desorden de costumbres…”. Si los padres “no se defendieron” o “no denunciaron” cuando “se desató -por fin- la lucha contra la guerrilla…” fueron cómplices y quizás, dice el texto, “terminaron en la morgue, reconociendo el cadáver de su hijo o de su hija. Cuando era demasiado tarde para arrepentirse”. Toda una amenaza destinada a meter miedo, a aterrorizar a los padres, a incitarlos a que se convirtieran en guardianes del orden natural ante sus hijos que formaban parte de la juventud que era vista por el régimen como peligrosa.

En el escrito “el amigo” señala que a partir del 24 de marzo de 1976 los padres sintieron alivio y vieron que “retornaba el orden. Que todo el cuerpo social enfermo recibía una transfusión de sangre salvadora”. Pero que no debían confiarse mucho dado que eso que cínicamente denomina “la guerra” aún continuaba porque, decía, había “posiciones claves que no han podido ser recuperadas”. Luego pasaba a señalar que en esa “guerra”, para entonces ya habían cometido la mayoría de los asesinatos desapariciones de personas y robos de niños, no sólo eran importantes las armas “también los libros, la educación, los profesores…”. Por ello en la “Carta…” se señala como importante combatir la “ideología” de “la guerrilla” en “la escuela primaria, en la secundaria, en la universidad, en el club, en la Iglesia…”

No pretendemos en este escrito, por cuestión de espacio, producir un análisis profundo de estos discursos pero no renunciamos a que el relevamiento de los mismos sí nos habilite para hacer memoria de cómo circulaban los mismos y preguntarnos acerca de las condiciones que hicieron posible su circulación y los mecanismos mediante los cuales producían efectos de verdad para algunos sectores de la sociedad. Y, por último, interrogarnos cuántos resabios de estos discursos autoritarios, que pretendían inundar todo de miedo, aún circulan en nuestra sociedad.