“Cuando veo una obra lo que más me interesa es que me la crea. No tanto si es verosímil o no, sino que tenga credibilidad”, dispara a EL DIARIO el escritor, dramaturgo y director teatral rosarino Leonel Giacometto.
Dicho axioma, que cruza casi todos sus proyectos y experiencias escénicas, también se ve reflejado en los dos trabajos paralelos que está llevando actualmente en la Sala Mandra.
Dentro del espacio coordinado por la profesora Roxana Sella, Giacometto está desarrollando un taller de actores y una puesta de teatro experimental con artistas seleccionados para tal fin, basándose en improvisaciones e instancias vivenciales como sustanciosos caldos de cultivo.
El taller contará con su muestra final a mediados de setiembre en el subsuelo del Centro Cultural (donde también se trabajará en base a textos de Normand Argarate e Iván Wielikoselek) y, a pocos días de distancia, el elenco formado “ad hoc” -integrado por Luciana Bueno, Juan Pablo Amante, Laura Gómez, Sebastián Giordano y Sella-, montará su espectáculo en el reducto donde está ensayando desde el domingo pasado, ubicado en Buenos Aires 472.
El director, que proviene de la narrativa y el periodismo cultural, recurre a la modalidad de la “dramaturgia del actor”, donde el “aquí y ahora” cobran verdadera dimensión.
“Ante este tipo de propuestas -indica Giacometto- me planteo tres puntos básicos. La obra debe transcurrir en tiempo real, es decir que las escenas se vivencien en la hora que se desarrolla. Segundo, nada puede ser simulado. Un vaso es un vaso y no representa a otra cosa. Y, por último, se respeta la cuarta pared (la separación simbólica entre la obra y el público) hasta que se tenga que quebrar por algo justificado, que siga la lógica de la pieza.”

@Aprovechando el lugar

Tales puestas de teatro experimental tuvieron sus antecedentes en Rosario, Santa Fe, Tucumán y Tandil con propuestas autónomas. En la primera sede se realizó en una galería con los actores correteando entre el público (el cual contó el auspicio de Parque España), en la segunda en una universidad, en la tercera a través de un grupo independiente y en la última en un estacionamiento universitario, con el detalle cómico de contar como pieza inmóvil un rodado judicializado y embestido por el propio rector.
“Me gusta trabajar -añadió- con lo que pasa en el lugar y aprovechar todo el espacio. Por eso, en la Sala Mandra les planteé a los actores que sean libres de hablar, de criticar y autocriticarse sobre su visión del teatro en este lugar, sobre la ciudad en sí. Que traten, aunque es muy difícil, de despojarse de ese artificio que da el lugar de actor. Y también que usemos toda esta casona acondicionada como sala teatral para la puesta.”
Por último, dando cuenta de su dualidad como comentarista teatral y dramaturgo, Giacometto subrayó su punto de vista sobre el teatro independiente: “En general muy poca gente asiste a nuestros espectáculos. Casi siempre son parientes, amigos y periodistas. Se puede sumar más público cuando funciona el boca a boca. Pero hay elencos que tratan de montar una logística similar al teatro comercial, pero con dos pesos, y es imposible. Además hay mucho teatro malo o experimental demasiado hermético, que es sólo para el mundillo teatral”.
Otro pecado que a su juicio comete la escena “off” es la extensión de las funciones: “No podés sostener una misma obra independiente durante seis meses, porque terminás con cinco espectadores con suerte. Tenés que dejarla en cartel durante menos tiempo y tal vez con funciones más seguidas. Así también el actor adquiere ‘training’ que no capta de otra forma”.
Vale decir que el autor cuenta con varias publicaciones en la materia, ha co-dirigido trabajos junto a la escritora Patricia Suárez y su obra “Todos los judíos fuera de Europa” ha recibido tres premios ACE.