Escribe:
Jesús Chirino


Fue tanto lo horrible que nos pasó, es tan difícil procesarlo... pero igual lo enfrentamos y tratamos de construir memoria. Cada marzo se multiplican los trabajos para que no se desconecte el presente de aquel pasado y tampoco termine germinando ese olvido interesado que continúan proponiendo algunos grupos minoritarios. En las escuelas existen experiencias variadas acerca de qué y cómo se trabaja todo lo relacionado con la dictadura cívico militar. Fuimos a visitar a Andrea Riva, directora del Nivel Superior de la Escuela Normal Víctor Mercante, para que desde su experiencia docente nos ayudara a ver algo de lo que pasa en las aulas en relación al tema.

Día Nacional de la Memoria
Recogiendo la experiencia desarrollada, a lo largo de varios años, por diversas organizaciones de la sociedad en el año 2002, el 24 de Marzo fue instituido como Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia. Mediante la Ley 25.633 se estableció “en conmemoración de quienes resultaron víctimas del proceso iniciado en esa fecha del año 1976”. La misma norma habla de la inclusión de esta fecha en el calendario escolar a fin de que se organicen jornadas alusivas que “consoliden la memoria colectiva de la sociedad, generen sentimientos opuestos a todo tipo de autoritarismo y auspicien la defensa permanente del Estado de Derecho y la plena vigencia de los Derechos Humanos”.

Esas marcas

En la referida institución educativa nos recibieron Silvia Giambroni y Andrea Riva. El tema entusiasma. Riva recuerda su propia entrada a la escuela secundaria en su Ucacha natal. Eso sucedió el mismo año en que recuperamos la democracia. Su mirada rememora el brillo del entusiasmo juvenil orientado a organizar el centro de estudiantes. Algunos docentes, dice, apoyaban pero otros tenían dudas o directamente les decían que debían esperar un tiempo que no era momento para ese tipo de experiencias. En su familia la idea también despertaba posiciones divergentes. Su padre “que siempre militó en política” apoyaba, pero los abuelos paternos le decían “no te metas, en dos años vuelven los milicos”. Aún en aquel fervor democrático las marcas de la opresión dictatorial estaban frescas en los ciudadanos. La docente señala “creo que las marcas no son homogéneas. Las marcas se fueron procesando de modos muy diversos. Aún quienes no vivimos el proceso en una forma militante. Yo lo viví de niña. Pero también fuimos cargando con las mismas marcas, los mismos miedos, el no te metás porque vuelven los milicos. Te decían, de los centros de estudiantes quedan los nombres registrados. Era toda una historia…

No es homogéneo

Dado sus veinte años de experiencia profesional nos interesa que nos comente qué está pasando en las aulas, en relación a la memoria y la dictadura de los años setenta. Con mesura dice “estoy lejos de ser la voz que dé cuenta de todo lo que pasa. Cuando hablamos de educación y de prácticas escolares primero me gusta ser muy respetuosa y segundo saber que hay prácticas bien interesantes que nunca toman estado público”. Luego de esta salvedad señala “…desde la experiencia que nosotros podemos levantar con los estudiantes que llegan al nivel terciario, tanto a las carreras de formación docente como a las de formación técnica. Lo que levantamos es un escaso tratamiento de la cosa. Esto no es homogeneizado. Hay chicos que vienen de buenas experiencias de trabajos que han abierto posibilidades de diálogo de todo tipo. Nos hemos encontrados más de una vez con nietos de militares que también cuentan una historia desde el lugar que les ha sido contada. Pero en los últimos años encontramos a muchos estudiantes que dicen en el secundario de esto no hablamos nunca”. Es decir que no han tratado lo que pasó en la dictadura. Riva continúa “El año pasado trabajamos con los titulares de varios medios de prensa, de esa semana, entre ellos los del diario Barcelona. Los chicos lo ven como algo que pasó en algún momento. Que fue complejo. Pero cuánto de eso se sigue reflejando en nuestros modos de tramitar lo social es algo difícil de conceptualizar en estudiantes de entre 18 y 20 años. Así mismo allí estábamos intentando poner una palabra”.
Profundizar lo democrático
Pero al pasado lo vemos, y lo pensamos, desde el presente. Por ello la docente se queda pensando en la realidad de las aulas y señala “…lo otro que podría marcar como tendencia es que los estudiantes sí están reclamando poner en palabras, hablar, y fuertemente lo reclaman, cuestiones de derechos, cuestiones de tolerancia, más allá de lo que nos pasa en la sociedad hoy. Ahí sí ellos demandan mayor necesidad. Por otro lado nos quedaríamos pensando, en forma de desafío, en nuestros mismos modelos de participación democrática”. En este punto la docente cuestiona la certeza acerca de “seguir pensando que tener un centro de estudiantes nos libera de la responsabilidad del trabajo de generar procesos democráticos”. Profundiza su pensamiento señalando que “en cuanto no se democraticen todos los vínculos adentro de la escuela, todas las relaciones” no habrá modo de estar seguros de que se está “tramitando la formación de un estudiante capaz de vivir en democracia”. Vuelve a sostener que la cosa no es homogénea y plantea interrogantes que tienen que ver con los modelos de participación: “¿hasta dónde los adultos hoy podemos soportar la condición de que opinen los estudiantes. O nos contenta cuando opinan en las mismas líneas que opinamos los adultos?”.
A pesar de lo mucho que se viene haciendo, es claro que debemos continuar trabajando, de manera cotidiana, para construir memoria y generar prácticas que nos alejen de la formalización del concepto de democracia para poder profundizarla en todos los ámbitos sociales. Esa democracia que, según define la misma Riva, es “tener las reglas claras y donde todos tenemos la posibilidad de tomar la palabra”.