Con la llegada del otoño muchas personas sienten melancolía, tristeza, apatía, decaimiento y cansancio. A ese estado se le dice "melancolía otoñal" y viene por el propio cambio de estación, el paso de las vacaciones a la rutina, la baja de las defensas, la disminución de la energía y sobre todo el cambio de luz.
Las hojas se caen, se han recogido los frutos de la tierra y el otoño nos habla de la eliminación, de limpieza, de comenzar un ciclo de renovación y equilibrio entre lo que hemos absorbido y lo que debemos eliminar.
¿Cómo nos afecta la luz?
La luz solar también controla la glándula pineal, que segrega la melatonina que es la hormona responsable de las emociones y el control biológico del organismo en función del día y la noche, así como los cambios de estación del año. Por lo tanto, si la luz disminuye, como ocurre en otoño, se produce un desequilibrio entre las hormonas que afectan a nuestro sistema emocional.
Para ayudar a que con la llegada del otoño nos sintamos mejor, les proponemos cuidar su dieta, hacer ejercicios, estar en contacto con la naturaleza todo lo que le sea posible, pero además tenemos que decir que cada estación tiene su tesoro, una ventana abierta a cada punto cardinal desde donde nos asomamos a la vida.
Nosotros los seres humanos somos un microcosmo sujeto a las mismas leyes que el resto de la creación y también en nosotros el cambio es una regla, pero podemos aprender a manejar, en armonía tales leyes, las situaciones y estados con lo que nos encontramos.
Para ello hay que estar muy atentos a los cambios físicos y anímicos que nos suceden y adaptarnos a ellos, tratando de atender las señales que nuestro cuerpo nos trasmite.
De esta forma aprenderemos a llevar las riendas de nuestros procesos: conocer los ciclos por los que pasamos y encontrar el tesoro de cada uno, sin caer en su lado ingrato.
Debemos mirarnos en la Naturaleza y vamos a descubrir que el cambio es el fundamento vivo, ya que todo está en constante movimiento.
El amanecer sucede a la noche, las plantas crecen, florencen, dan frutos y se marchitan para perpetuarse en las semillas que dejaron y nosotros debemos adaptarnos y sacar provecho de cada una, ya que todas ofrecen algo único.
Si hacemos un viaje por las cuatro estaciones interiores descubriremos que participamos de todos los climas, que en nosotros habita el niño, el anciano, la osadía y el temor, el silencio y la expresión.
La creencia de que somos de una determinada manera, de que el otro tiene lo que a mí me falta, nos impide despertar a la infinita posibilidad de tenemos: abrir los sentidos a la Naturaleza, que es un espejo de nuestra propia naturaleza.
Tienes un mapa para orientarte , el territorio eres tú mismo y el camino es un misterio que se irá develando al recorrerlo, hay que observar las reacciones, los cambios de ánimos y así como te has hecho un experto en manejarte por la cultura que habitas, hazte especialista en ti mismo: no entregues a nadie el timón que sólo a vos te corresponde manejar.
Tu centro está en el corazón, no en la cabeza, y sólo en el silencio mental encontrarás las respuestas a tus dudas… y sólo en tu corazón encontrarás el calor que da la vida.
Respira hondo, llénate del alimento que es el aire, y agradece tan inmenso regalo. Con los pies afianzados en la tierra, la fuerza en el vientre y el eje en el corazón, abre los brazos y ponte el cielo de sombrero.
Disfrutemos con las energías propias de cada estación y de ésta, su especial melancolía.

Susana Buffoni de Montero