El jazz es una música que tanto puede ejecutarse bajo su doctrina y tradición como también permite oficiar de filtro en el abordaje a otros estilos, con igual eficacia.
A pesar de su complejidad (o tal vez por ello) se vuelve versátil y dinámico, pigmentando diversas sensibilidades, como un faro que ilumina con idéntica luminosidad a distintas mareas. Sólo hacen falta buenos conocedores de esas "aguas" para prestarse al vaivén sonoro. Los experimentados y coetáneos Adrián Iaies en teclas y Pepi Taveira en batería junto al joven Ezequiel Dutil en contrabajo comulgaron el domingo por la noche en el auditorio Sobral, con la escuela jazzística (como en la obra "Uno corto, uno largo" en honor a John Lewis, admirado por Iaies) como también navegaron por el tango en "Chiquilín de Bachín" de Piazzolla. Con solos, dúos y tríos, el grupo regaló piezas de su última producción "Esa sonrisa es un santo remedio", "Las tardecitas de Minton´s" y "Uno, dos tres, solo y bien acompañado". Sus premisas, como siempre, han sido que el jazz es poesía instrumental (por lo subjetivo e implícito) y que el piano es "un instrumento cantor", motor de la melodía. En ocasión de dirigirse al público, Iaies indicó: "Valoramos y agradecemos estas movidas independientes porque sabemos lo que cuesta realizarlas. A veces resulta más fácil tocar afuera que en el interior del país". Al último dijo en sorna que algún día ganaría la lotería y se compraría el Conservatorio local para poder tocar con el nuevo piano que pudo conocer por la tarde. La productora Cantando Bajito, que trajera por primera vez a Iaies a la ciudad, agradeció en tanto a la Biblioteca Rivadavia y a la EMPO.
Juan Ramón Seia