“El banco constituye un elemento tan poderoso que por sí solo puede favorecer o detener la producción. Basta para ello que conceda o no créditos a los productores para que éstos puedan o no trabajar. Un plan de producción está, en consecuencia, supeditado en gran parte a los bancos. En consecuencia, el contralor del sistema bancario importa un contralor de la política económica
del país.”
Juan Domingo Perón



La designación de Mercedes Marcó Del Pont al frente del Banco Central y el pago de deuda externa con reservas depositadas en este Banco desató un sainete protagonizado por sectores de oposición política con escenario en el Congreso de la Nación y en los medios de comunicación, situación cuasi teatral que podría hasta ser divertida si estuviera interpretada por actores y no por quienes aspiran conducir los destinos del país. La sonrisa, si la hay, se desdibuja si pensamos que el argumento de esta puesta en escena configura uno de los aspectos centrales del modelo de país que deberíamos debatir con alegría, pero responsablemente.
Los interminables despropósitos argumentados por muchos de los que llevaron el país al borde de su desintegración, la acefalía gubernativa y calles sembradas con más de treinta muertos durante la huida de de la Rúa, dejan en claro entre muchos otros, tres aspectos centrales:
1- El rol del Banco Central: la designación de Marcó Del Pont supone profundizar un modelo de Estado capaz de regular y arbitrar los mercados para garantizar la acumulación de capital y lograr una más justa distribución del excedente. Para que ello sea factible se requiere como base un proyecto de reindustrialización y la recuperación de la inversión pública y la recomposición del salario como condición necesaria para fortalecer “un mercado interno expansivo que inserte a la Argentina en la economía internacional”. Estas medidas tomadas por el Gobierno, alejadas de las políticas neoliberales de la década larga 1990-2001, pusieron nerviosos al establishment económico, nerviosismo que se transformó en histeria cuando el Gobierno decidió que el papel del Central además de preservar el valor de la moneda debía sostener el crecimiento y el empleo, recuperando su función de herramienta de política económica y no sólo financiera.

2- El ajuste opositor: el haber reducido la deuda Argentina del 139,1% de su producto bruto en 2003 al 49,1% en 2009, mediante una política de desendeudamiento, cuyo primer paso fue reconocer solamente el 35% de la deuda, le permitió al país recuperar capacidad de maniobra en la toma de decisiones: impulsando un crecimiento sostenido, ahorro traducido en incremento de las reservas en récord histórico, mayor inversión, apoyo a la producción local e importantes niveles de consumo popular.
Esta realidad es la que lleva a la oposición automática a la negativa a pagar deuda con reservas, intentando forzar al Gobierno a un ajuste en sus políticas sociales, de inversión pública y de impulso a la producción, tal como lo hicieran ellos cuando fueron gobierno, ajustando a jubilados, maestros, empleados públicos e impactando negativamente sobre el consumo.

3- El clima destituyente: los grupos económicos, los medios de comunicación hegemónicos, los formadores de precios y los formadores de la “opinión pública” han decidido que los límites impuestos al Gobierno no son ya suficientes y que es tiempo que sus socios políticos accedan al Gobierno antes de tiempo. Nada más claro y brutal sobre hasta donde piensan llegar, lo constituye el llamado de Carrió a la intervención de la ONU ante el “atropello” kichnerista a las instituciones republicanas. Un golpe institucional al estilo de Honduras está en marcha en nombre de la democracia.

En fin, la decisión gubernamental de ocupar la presidencia del Central con alguien alejado de la ortodoxia neoliberal, hizo que el enorme espejo del Banco Central acostumbrado a reflejar año tras año la blanca y rubia figura -por fuera y por dentro- de su presidente viera instalarse en sus reflejos con desparpajo, los serenos ojos marrones de esa fémina morocha capaz de enmudecer con sus argumentos y solidez profesional a analistas políticos y avezados periodistas.
En tono bajo su primera declaración, en medio del tembladeral político que desató, nos hizo recordar la sentencia de Perón: “En el nuevo orden que se instaura, el dinero no es un fin, sino un medio (…), que el dinero sirva para los cambios, que el comercio facilite la producción y que la producción se oriente a la felicidad del hombre. El hombre será así la medida del dinero y no el dinero la medida del hombre”.



Gerardo Russo
Militante peronista
y presidente de la
Universidad Popular
de Villa María