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Henry Tsajuput, religioso trinitario, habló con EL DIARIO sobre la realidad de la comunidad peruana a la que pertenece |
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La comunidad aguaraná vive en la selva peruana, en el Departamento de Amazonas. Allí aprendieron a preservar la naturaleza, viviendo de ella sin degradarla. Algo muy difícil de entender para las empresas que buscan maximizar ganancias aunque tras de sí, dejen desiertos.
“El Gobierno peruano nos tilda de salvajes, pero en realidad, lo que no toleran es que nosotros defendamos la naturaleza”, dijo Henry Tsajuput, aguaraná, quien está en Villa María como miembro de la comunidad trinitaria.
Le debe el nombre a un jesuita que asistió a su madre en el parto, y el apellido, a su familia que es líder en la comunidad aguaraná.
“Hoy, nuestro pueblo es cristiano, pero nuestros ancestros creían en el dios Nugkui, que nos trajo todas las bondades de las naturalezas con frutales y otras plantas, más la tierra y los ríos. Nosotros los rechazamos -dice la leyenda- y nos dejaron como castigo las carencias que conocemos. Esa historia es muy parecida a la tradición cristiana, cuando habla de la pérdida del paraíso”, recordó.
Ese apego a la naturaleza de profunda raíz cultural y religiosa, se debe a que el pueblo aguaraná considera “cada pedazo de tierra como sagrado, que nos recuerda a nuestros antepasados. Por eso nos oponemos a que empresas que no respetan el ambiente entren a la selva”, dijo.
En las zonas donde se hace la explotación petrolera sin medidas ambientales ya se ven las consecuencias. “Nuestros ríos, fuente de vida, hoy están contaminados. Los niños que se bañan tienen llagas y se ven los peces muertos”, afirmó.
Dada la férrea oposición de su comunidad al ingreso de estas empresas extractivas, el Gobierno peruano envió policías armados en 2009 “que mataron a muchísimos hermanos de nuestro pueblo. Nunca sabremos cuántos, porque arrojaron los cadáveres al río”, señaló.
Están protegidos por un convenio firmado entre Perú y la Organización Internacional del Trabajo que el Gobierno de Alan García pretende derogar. “Allí se expresa claramente que para cualquier tipo de explotación, hay que consultar a los aborígenes, algo que no se ha hecho”, afirmó.
Por ser religioso y por convicción, no es partidario de la violencia. “Entendemos que más allá de las etnias, todos tenemos un mismo espíritu, un mismo valor. Por eso, nos duele cualquier vida perdida en enfrentamientos, sea de policías o de nuestros hermanos”, indicó.
Quieren que el Gobierno los escuche. Que haga cumplir las normas para cuidar la naturaleza y respetar la costumbres de los que viven en armonía con el medio ambiente.
“No queremos que nos consideren terroristas ni salvajes. Somos de una comunidad que vive en la selva y cuida el entorno”, concluyó el religioso trinitario.
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