En estos últimos años se observan con frecuencia numerosas noticias de violencia delictiva en todas sus manifestaciones. Nuestros medios de comunicación nos informan reiteradamente sobre asaltos, violaciones, toma de rehenes con muertes o graves secuelas en las víctimas, robos a mano armada, muertes por violencia familiar, etcétera.
Otras de las noticias más conocidas que provocarían esta preocupación colectiva, en el plano internacional, son las últimas catástrofes naturales más recientes y las consecuencias físicas, emocionales, económicas y sociales que esto ocasiona a las víctimas del lugar (terremotos de Chile y Haití) que conmueven al mundo entero.
Esta realidad social en la que estamos inmersos, habría motivado una serie de cambios psicológicos que van modificando con el tiempo una adaptación paulatina, gradual e inclinándose con cierta naturaleza a este clima de inseguridad, que va siendo progresivo a través de los años.
Al ser oyentes o testigos de estas informaciones podrían producirse una serie de manifestaciones sintomáticas polimorfas, más todavía en aquella persona que está pendiente de buscar este tipo de noticias, que serían consecuentes al incremento de los hechos traumáticos que el sujeto ya trae en su historia, más aun si éstos no han sido elaborados adecuadamente. El efecto psicológico es particular y específico en cada caso. Pero a nivel social, según estudios realizados sobre este tema, provoca de manera paulatina un malestar emocional colectivo.
Alfredo Cía propone denominar a estas consecuencias "trastorno por amenaza traumática". Amenaza refiere a la percepción de sentirse agobiado, angustiado, temeroso e intimidado por posibles eventos traumáticos.
Esta situación traumática se genera, aunque la misma no le haya sido dirigida al sujeto de manera específica, sino en forma masiva y a distancia. Esto se realiza en forma indirecta, a través de relatos de terceros, o ser testigos de estos hechos traumáticos a través de los medios masivos de información, ya que el efecto que dan estos medios es de tipo persecutorio para el televidente o el que lee la noticia, de modo tal que, “frente al impacto informativo algunas personas están, de manera persistente anticipando la posibilidad de convertirse, junto a sus allegados, en futuras víctimas de los actos violentos que se reiteran en estos medios”.
Esta preocupación masiva fatiga, al punto tal, que en algunos casos podría perturbarlos emocionalmente, pudiendo afectar en el desempeño en los distintos ámbitos vitales: personal, familiar, laboral, académico o social. Así como también acrecentar sentimientos de miedo, preocupación y ansiedad anticipatoria persistentes, vinculadas a una valoración irreal de los hechos y la posibilidad de ser afectado por eventos similares en el futuro.
Se observa que nuestra sociedad es fiel consumista en mirar estos hechos violentos, más incluso si se adquieren por vía Internet, que es mucho más fácil, destacando el efecto que tienen ciertos mecanismos sociales de reforzamientos, como la difusión de información con imágenes crueles y violentas, así como advertencias o recomendaciones para la prevención de futuros hechos por ejemplo: “Hay que mantenerse atentos, en alerta y vigilantes frente a…” y al mismo tiempo: “Debemos continuar con nuestra vida normal y permanecer tranquilos”.
El impacto de los delitos violentos o el eco de los mismos en la opinión y sentimientos colectivos, va generando con el tiempo una sensación de inseguridad, temor y vulnerabilidad contagiosa, ante la cual resultaría trabajoso adaptarse.

Lic. María Noel Quinteros
MP:5359
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