Es el único sacerdote de la Argentina que viajó a Bogotá, Colombia, en el marco de un diplomado de Pastoral Juvenil que ofreció la Conferencia Episcopal Latinoamericana.
Gustavo Gatto (28) es el vicario parroquial del templo del barrio Bello Horizonte, Santa Rita, e integra la Pastoral Juvenil, por lo que el obispo José Angel Rovai lo envió al curso.
El diplomado reunió a representantes de países de Latinoamérica y se extendió durante ocho semanas. Tuvo tres grandes ejes: la mirada de la realidad juvenil, el análisis de cómo la Iglesia se acerca a los jóvenes y el pensar la elaboración de proyectos para acercar a los jóvenes, buscando que sean participativos y comunitarrios.
Gatto, ex vicario de la Parroquia Nuestra Señora de Lourdes (de barrio Ameghino), donde estuvo junto al ex cura Gustavo Piva, explicó a EL DIARIO que el diplomado exigió un trabajo de investigación y él eligió acercarse a las subculturas juveniles actuales desde la estética de la música.
“Lo primordial fue entender la realidad de los chicos sin prejuicios, descubrir sus valores, fascinarse en su mundo. No podemos acercarnos con prejuicios y juicios morales sino que hay que descubrir sus realidades, las que son distintas a nosotros. Se requiere descubrir en sus agresiones, sus búsquedas”, enfatizó.
El sacerdote remarcó que “desde la Iglesia vemos al joven como alguien que puede ser transformador de la realidad”.
“El diplomado nos ayudó a pensar, a veces pensamos que el joven es un problema y lo identificamos con lo revolucionario. Para la Iglesia, aunque tenga problemas, el joven no lo es”, subrayó.
“Algunos piensan que la adolescencia es sólo una etapa que hay que pasar, una etapa moratoria. No, no es así, no es una transición. Está llamado a vivir la vida, a transformar la realidad”, sostuvo Gustavo.
El religioso afirmó que “tampoco podemos decir que son el futuro. No, ellos son el presente”.
“En la historia, la primera institución que se fija en los jóvenes es la Iglesia desde sus jornadas mundiales. Hace tiempo que los venimos observando. Y tratamos de hacerlo no como objeto de consumo. Hoy todos quieren ser jóvenes y entonces es el sector en el que más reparan las leyes del mercado”.
Gatto consideró que esta última situación “es perversa y lleva al chico a un montón de disvalores”.
“Se colocan a sí mismos como el centro de la vida, es lo perverso del sistema neoliberal. Para la Iglesia y para todo proyecto de educación serio el joven no es un objeto de consumo. Y está en la Iglesia para crecer en la fe, crecer como persona”, aseveró.
Luego, contó que realizando el trabajo de grado para el diplomado, uno de los encuestados opinó que los adultos son devastadores. “Yo pensé: dicen lo mismo que los adultos de ellos. Nos verán así... Entonces, no le tiremos el fardo a los chicos.”
“Tengo la convicción de que el joven tiene un potencial no para el futuro sino para el ahora mismo. ¿Por qué hay tantos jóvenes que hacen proyectos solidarios? Porque el joven es solidario. Nuestra Diócesis tiene un rostro joven y ellos sostienen proyectos misioneros, son valientes, testigos. Hay que promover propuestas que los acerquen, la juventud tiene que ser una prioridad en cualquier espacio de Gobierno”, concluyó.

@Gatto y las adicciones:
“Los adolescentes están reclamando un sentido, un lugar”

Gatto fue el único representante argentino en el diplomado de Bogotá. Encontró diferencias y similitudes entre los adolescentes de este país y los del resto y recalcó, en diálogo con EL DIARIO, que “el joven de hoy maneja el mundo desde lo real y virtual, está abierto a la globalidad, todo pasa por el cuerpo (los piercings y tatuajes son una manifestación de esto) y los compromisos son a corto plazo”.
“Son mucho más abiertos, más plurales, aceptan distintas formas de vivir. Tienen más apertura que el adulto, y esto tiene facetas positivas y negativas”, opinó.
El sacerdote observó en su experiencia colombiana que las adicciones y la violencia son un drama generalizado.
“Estas dos son características negativas y ahí sí hacemos un juicio moral, porque son realidades de muerte”, resaltó.
Consultado sobre por qué se presentan estos flagelos, consideró que “en el fondo, el joven está buscando algo. No soy un experto en la problemática, pero me parece que detrás de esto hay un vacío, una búsqueda, una historia que juega en contra, cosas no resueltas, lugares no encontrados. Yo no necesité drogarme porque he encontrado mi lugar, contención, porque me ayudaron a aceptar las cosas feas que me han pasado”, manifestó.
Para él, “los adolescentes están reclamando un sentido, un lugar. Los mejores procesos terapéuticos no son los químicos sino los integrales, los que ayudan a la promoción de la persona”.
“La adicción -subrayó- no es sólo un problema neurológico sino una cuestión existencial. El alcohol es la nueva adicción, signo de los tiempos. Uno ve que sin alcohol no hay fiesta, posibilidades de diversión. Yo sigo creyendo que cuando le ofrecemos algo que le da sentido, el chico lo abraza y se compromete”.
“Afectiva y emocionalmente están desintegrados y no tienen tanta capacidad de soportar el sufrimiento y la adversidad. Suelen sentirse vacíos, no saben lo que les pasa, nada los llena, tienen angustia. Y en este cuadro de desintegración familiar, ellos salen perdiendo”, explicó.
En otro tramo de la charla, recalcó que “todos los jóvenes tienen una mirada de oposición al mundo de los adultos, pero eso es normal”, y llamó a incluirlos.


Diego Bengoa
Foto: Roberto Zayas