Naturalmente, vivir de lleno en el presente sólo es posible con una mente serena. La razón por la cual es importante hacer meditación o relajarse, es poner freno a la precipitación incesante de la mente, cosa nada fácil, pero no imposible de lograr.
Cuánto más corren los pensamientos, menos control tenemos sobre ellos; eso es lo que deja las decisiones en manos de conductores dudosos como el voluntarismo (que no es lo mismo que voluntad). Todos los pensamientos negativos son veloces. El miedo, el resentimiento, la codicia y los celos se mueven en la mente a ciento cincuenta kilómetros por hora. A esas velocidades, no podemos dar vuelta, no podemos parar, no podemos evitar chocar con la gente. De hecho a velocidades como ésas en realidad no conducimos, somos rehenes atados en un baúl y al volante va el voluntarismo.
Si uno pudiera ver qué ocurre en la mente cuando alguien se enoja; es como ver los pensamientos dando vueltas en uno de esos secadores de ropa automáticos, girando cada vez más rápido. Cuando la mente comienza a funcionar así, tenemos tanto dominio de nosotros mismos o sensibilidad con respecto a los demás, como en el tiempo de los bárbaros.
Pensar velozmente también tiene derivaciones en el cuerpo, las personas cuyos pensamientos dan vueltas y vueltas a más velocidad pasan a ser víctimas del hábito de sus mentes .
También es cierto que cualquier pequeñez puede alterarlas, a veces son trivialidades y detalles que les causarían risa si en realidad se dieran cuenta de ellos.
Este tipo de agitación le causa un fuerte golpe a la salud, y las evidencias indican que la inestabilidad emocional puede hacer que el cuerpo se vuelva más vulnerable y puede reducir su capacidad de curación.
La ira incontrolable, por ejemplo, pareciera que está asociada a la hipertensión y las afecciones cardíacas, y es un componente en los problemas respiratorios graves.
Mente y cuerpo no están separados, son aspectos de un organismo, y los problemas de la mente al hacerse crónicos no ayudan, también afectan al cuerpo.
De modo que la buena salud exige aminorar el ritmo y no sólo con la meditación, sino que debemos aprender a impedir que la mente se acelere durante el día, y eso significa aminorar el ritmo frenético de la vida moderna. Existe una estrecha conexión entre un estilo de vida agitado y una mente agitada.
Levántese temprano y si puede haga una pequeña meditación de cinco minutos (si puede más, mejor) y sin prisa, desayune tranquilo, charle con su familia, sea amable con quienes lo rodean. La armonía es lo más importante, si puede vaya a trabajar más temprano para poder conversar con sus compañeros de trabajo; tómese el tiempo de conocerlos mejor, todo esto resultará muy útil, ya que cuando estamos muy acelerados no podemos ver las necesidades de los demás, no tenemos tiempo de ser considerados o más amables.
Hay que tratar de calmar los pensamientos, calmar el ritmo de la respiración y verá cómo se calman sus pensamientos, su agitación se habrá aquietado, he visto gente hacer esto en medio de una situación que parecía imposible de resolver y sin embargo después de calmarse, estuvieron más indulgentes. En vez de enojados o apurados, más amables y creativos en vez de frustrados y hostiles, así que hay que intentar aminorar el ritmo de esta vida que parece complicada, pero es mucho más simple de lo que pensamos.
Sólo hace falta detenerse por un instante y preguntarse ¿qué quiero para mi vida ? ¿La paz o la locura de lo inmediato, la salud o la enfermedad, la armonía o la falta de control de mis actos?
Hay cosas que los otros no pueden hacer por nosotros, eso nos compete a cada uno y somos responsables por ello, sólo hay que empezar de a poco, tampoco podemos parar de golpe, ya que no es bueno, pero que se puede, se puede. Que el hombre sepa que hombre puede.

Susana Buffoni de Montero