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22 de Abril de 2010
Cartas - Opiniones - Debate
Respuesta desde España
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Señor director:
Muchas veces me han sido publicados artículos y cartas en “El DIARIO” sin poner nunca objeción alguna. Siempre han estado abiertas sus páginas para mis inquietudes y lo he manifestado con agradecimiento y valoración. La mayoría de compañeros de los medios me conoce, no tanto los más jóvenes, pero en general, por referencias. En el año 1976 junto a otros dos amigos, editábamos el diario Noticias. Estábamos adheridos al Sindicato de Prensa y era pública y notoria nuestra posición, con diferencias y matices entre nosotros, pero coincidente en los postulados generales. No es mi intención hacer historia de los hechos violentos que se sucedieron antes y después del golpe militar. Todos sabemos, por lo menos los más viejos, las posiciones que ocuparan distintos sectores de la sociedad. Algunos estamentos mostraron en principio su adhesión, aunque con el tiempo rechazaron y repudiaron el plan siniestro que se implementó. No hace falta recordar aquí cuál era la situación del país en ese momento, bajo la Presidencia de Isabel Martínez. Tampoco las posturas de determinados sectores políticos y sindicales hacia quienes éramos responsables del diario. Sabíamos dónde estaba cada cual, todas posiciones respetables, salvo aquellas conductas (muy pocas por cierto) que asumieron el rol de “dedos acusadores” y que siempre serán repudiados por la sociedad. También nos tildaron en aquel momento de reaccionarios y otras lindezas, pero se podía justificar por el difícil trance que estábamos viviendo. Llevo en España treinta y cuatro años, he vivido con este pueblo el dolor de tantos muertos provocados por los asesinos etarras, y cuando escucho alguna voz del pago, hablando de “patriotas vascos” y de “presos políticos”, no puedo más que indignarme y repudiarla ante tantos españoles que me piden explicación, sorprendidos y a la vez escandalizados. No hace falta ser muy perspicaz para darse cuenta que este tipo de “declaraciones” se hacen para alcanzar protagonismo y con el fin de crear o provocar polémica. Las técnicas estalinistas de andar por casa. Siempre he condenado y condeno, la violencia de todo tipo. He decidido escribir esta carta, no para contestar a ninguna persona, sino para aclarar los hechos y para que los lectores sepan quién es quién en esta historia. Porque considero que el artículo que me alude, no pretende hacer investigación alguna, sólo arrojar basura sobre mi nombre.
Como Ud. bien sabe, soy lector de El DIARIO desde siempre. Añoro la edición de papel que no puedo tener por motivos obvios y me conformo con la virtual. Recuerdo con especial cariño los artículos de Bernardino Calvo, sus sesudas investigaciones y su equilibrado criterio a la hora de emitir determinadas conclusiones. Claro, que el recordado amigo tenía lo que tiene que tener un auténtico historiador. Ante todo, rigor científico en el método, el análisis y la investigación. Y, fundamentalmente, el respeto por los demás. En mi época del Profesorado de la Escuela Normal Víctor Mercante y en la realización de mi Master en la Universidad Carlos III de Madrid, he aprendido de excelentes profesores, principios básicos de conducta que todo el que se considere historiador, debe seguir. Ahora bien, a veces se cuelan en los medios individuos sin escrúpulos que sólo persiguen destacarse a costa de la difamación. Y cuidado, se puede difamar utilizando frases textuales dichas por una persona y emitir juicios de valor con la clara intención de hacer daño. Estos personajes suelen actuar solos o responden a otros intereses. Perdonen los amigos lectores la introducción que no es el motivo principal de este escrito. Confieso que mi tiempo es mínimo y lamento tener que perderlo de esta manera y hacerlo perder al público, haciendo referencia a una nota que me alude en exclusiva, aparecida en “El DIARIO” del domingo 4 de abril del presente año 2010, edición virtual. Comprenderán que no podía dejarla pasar por alto por motivos más que justificados.
No es mi intención rebatir los juicios de valor que sobre mi persona emite el autor de la nota titulada “En 1976: apoyo civil a los que restauraban el orden”. Quien conoce mi trayectoria, sabe que son ridículas sus conclusiones. Asume el papel de moderno inquisidor, sin pararse a pensar en las consecuencias. Deduzco que sólo le importa el pavoneo “intelectual”. Me interesa dirigirme a las personas que no me conocen para aclararles que, cuando en este caso, quien se erige en juez de mi persona dice que la nota que comenta estaba firmada por Rodolfo Ghezzi, omite mencionar que yo era también propietario del diario “Noticias” ese día 15 de abril de 1976 y seguramente no sabe que fui el único responsable de su publicación. Fíjese el lector, le doy más argumentos para su juego sucio. Utiliza la gastada técnica de entresacar frases del contexto e ir vertiendo sus lapidarias conclusiones sobre el malvado, o sea, yo. Como dicen los castellanos “eso ya no cuela”. Seguramente presume de desenmascarar (el término es mío) a los que apoyaron a los usurpadores del poder. Por supuesto, que de acuerdo a sus conclusiones, yo soy uno de ellos. Este justiciero presenta al lector mi identidad a través de aquel escrito, para que descubra quién es este Ghezzi, que hasta hoy se le presumía una postura ideológica y “pase y vean señores cual su auténtica personalidad”. Ampliando esta cuestión y sólo a título aclaratorio para los lectores, nunca en plan victimario, cuando el autor dice textualmente que “apenas producido el golpe de Estado se habían allanado más de dos docenas de domicilios en la ciudad” no dice, repito, no dice, que mi domicilio también fue allanado por los militares que controlaban la ciudad en los días del golpe. ¿Lo sabía o no lo menciona porque no contribuye a fortalecer su difamación? Confieso que me he preguntando cuál es la intención del sujeto en cuestión. No tiene relación conmigo, por lo tanto, no tendría por qué ser una cuestión personal. Puede que tenga envidia de mi trayectoria (nada extraordinaria por cierto, todo hecho con trabajo, esfuerzo y dignidad, con muchos errores, nunca recurriendo a la mentira, la ofensa y la calumnia) o simplemente, como dicen por estas tierras, con frases aceptadas y difundidas sin pudor, “ganas de tocar los cojones”. ¿Pero por qué tocármelos a mí? ¡No le debo nada! No creo que esté ejerciendo el triste papel de delator, de “cazador de brujas” con alguna intención no demasiado clara o simplemente para sobresalir porque no tiene suficientes méritos para hacerlo. Toda mi vida es transparente, la de allá y la de acá. ¿Puede decir lo mismo quien ha escrito la nota en cuestión? No lo sé, lo pregunto, porque según tengo entendido, no soy el primero al que dirige su atención de manera tan artera. Quién así escribe juzgando (que no historiando) el comportamiento de los otros, debe de haber tenido una trayectoria ejemplar. ¿O no?, pregunto. Coincide que en estos días, estoy leyendo un libro de mi admirado Pancracio Celdrán Gomariz (doctor en Filosofía y Letras por la Universidad Complutense de Madrid y Licenciado en Lengua y Literatura Hispánica) que se llama “El Gran Libro de los Insultos” donde en más de mil páginas, podemos encontrar el calificativo ajustado a todo tipo de conductas sin necesidad de repetir ningún improperio o agravio. Al azar he elegido un vocablo de la página 307, que dice textualmente sobre el término “Chivato”: “tipejo informal y miserable que delata a los demás para medrar o conseguir algo. En cuanto a su etimología, nada hay definitivo; al parecer deriva de chivar con el valor semántico que el término tiene tanto en América como en Andalucía y la Maragatería, donde cursa con molestar, hacer daño, fastidiar, engañar, valores semánticos relacionados con el carácter arbitrario e irascible del cabrito o chivato, circunstancia que también dio lugar al verbo cabrearse, cabrear...”. Hasta aquí la cita textual. Cualquier parecido con la realidad, es pura casualidad. Por respeto a mi mismo y a los lectores, quiero dejar en claro que no caeré en más provocaciones ni participaré en polémica alguna. No gastaré ni un segundo en hacerles el juego a estos provocadores.
Atte.

Rodolfo Ghezzi
LE 6602414
Colmenarejo
(Madrid, España)

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