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Rita López: junto a la directora Valentín, iniciaron la casa |
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Son trece hombres y dos mujeres, con edades que comprenden la adolescencia y hasta los 40 años. De lunes a viernes, llegan a las 15.30 y se retiran a las 19.30. Libran, diariamente, una batalla espinosa contra la maldita tentación de la droga.
El “Hospital de Día” de la Asociación Nazareth es la única comunidad dedicada a la rehabilitación de adicciones en Villa María. Una isla en una ciudad en la que el diablo mete la cola y se lleva a numerosos jóvenes al infierno de ese flagelo.
La trabajadora social Rita López abre la intimidad de la “Casa Esperanza” a EL DIARIO. Son las 13, y en pocas horas más llegarán los chicos, quienes a lo largo de cada jornada trabajan distintos objetivos. Limpian la vivienda de dos plantas situada frente a la plaza San Martín, realizan arreglos, expresan sentimientos, escuchan al compañero.
Tienen prohibido hablar -salvo en casos excepcionales- de esas sustancias que les bloquearon la libertad y los condenaron a la dependencia, no conversan sobre el pasado y no pueden entablar amistad entre ellos. “Lo deben evitar, porque si se hacen amigos pueden potenciar su adicción”, explica Rita, quien junto a la directora Verónica Valentín iniciaron el camino de abrir esta casa en la ciudad.
@Tratamiento
Diez profesionales (entre ellos el psicólogo Federico Garay) conforman el equipo técnico. El diagnóstico se realiza en la etapa de Admisión, que estipula varios encuentros, luego de lo cual se decretará el tratamiento: ambulatorio (hay cinco jóvenes en esta situación), el Hospital de Día o una internación, que sucede en casos más comprometidos y que no puede realizarse en la ciudad porque no existe un lugar para ello.
“Desde lo institucional no es simple, porque se requieren de distintas habilitaciones. Desde lo económico tampoco lo es”, argumenta López sobre la ausencia de centros de internación, aunque la asociación tiene uno en Río Cuarto, sólo para varones.
@La familia
Es llamativo que de los 15 internos del Hospital de Día haya sólo dos mujeres. “Las chicas suelen canalizar sus problemas de otra manera y no con las drogas, incluso con la maternidad”, explica la trabajadora social.
Para Rita, la mayoría de los que se sumergen en la desventura de las drogas “lo hacen por experimentar”, pero recalca que “siempre hay un entorno familiar debilitado por alguna cuestión”. “Si hay una persona enferma, hay un entorno que no es sano, pero en todos los casos se encuentra a alguien de ese entorno que puede ayudar”.
Quien está enfermo pasa una parte de su día aquí, pero el resto de las horas pueden tornarse peligrosas para la curación. La profesional explica que “en la Admisión se evalúa que se puedan sostener algunas cuestiones. Hay distintos cuidados terapéuticos que permiten que se pueda estar en un hospital de día: el acompañamiento de un familiar, no manejar dinero y demás”. ¿Pueden trabajar? “Sí, por eso la familia juega un rol esencial, porque alguien debe llevarlo al trabajo, cobrarle el dinero, cuidarlo”.
@Cómo llegan
Sin eufemismos responde Rita cuando se le consulta por qué llegan a Nazareth los jóvenes: “Porque tocaron fondo. Se da con una orden de la juez de Menores (N.de la R.: Cecilia Fernández elogia este lugar), por un intento de suicidio o porque la familia no da más con la situación y busca ayuda”.
López no minimiza la gravedad del flagelo con el hecho de que se esté en un hospital de día y no internado las 24 horas. “Muchas veces se les da esta chance por muchas cuestiones, que van de lo económico a lo familiar, pero que estén acá es tan preocupante como una internación”, remarca.
Luego cuenta que disminuyeron los casos de pacientes que debieron dejar esta opción para internarse.
La rehabilitación dura cerca de cuatro años, pasando “por etapas que no son cronológicas” y que al equipo le dan la pauta de que el chico va logrando cumplir ciertas metas, que van desde el cuidado del cuerpo, la expresión de los sentimientos y el manejo de los impulsos, entre otras.
Cuentan que es muy común querer abandonar el tratamiento. “Es una lucha venir cada día, por eso siempre expresan lo que sienten, al momento de llegar y al momento de irse. Nadie se puede ir mal”.
Exteriorizar lo que les pasa es la regla. López explica que “el adicto no se expresa y por eso busca la sustancia”.
No hay faltas de respeto: si alguien dice una mala palabra, el resto de los integrantes de la casa lo confronta de buena manera. El vocabulario callejero, los apodos y los diminutivos no están autorizados.
Aunque Nazareth es una comunidad católica, esto va más allá de las religiones, permitiendo el ingreso independientemente del culto, aunque la espiritualidad juega un papel preponderante, con el sacerdote Ariel Manavella como guía.
La casa, abierta desde 2004 (cuya sede central está en Cañada de Gómez, Santa Fe) es el único escape a la droga que existe hasta el momento en la ciudad y fue autorizado por el ex obispo de la Diócesis local, Roberto Rodríguez. Es la esperanza de vencer el abismo.
“Salir es una batalla de por vida. El consumo de estas sustancias involucra la libertad psicológica y muchos ya no pueden decidir por sí mismos. El problema clave está en la familia y no hay que olvidarnos de la importancia del amor, de un beso, de un reconocimiento, del ser tenido en cuenta, del hecho de saberse cuidado”, remarca Rita.
Es el afecto, dicen, el salvavidas para no caer en el pantano de la droga.
@Sobre el costo
Aunque el costo mensual del tratamiento es importante, aclaran que nadie se queda afuera por no poder afrontar el pago.
Además, algunas mutuales lo cubren, aunque no está contemplada en ninguna obra social la etapa de Admisión (diagnóstico), que suele durar un mes.
Rita López piensa que si hubo dinero para drogarse, también lo puede haber para curarse. Y recalca que hay que sostener todo un equipo, un sistema e instalaciones, lo que imposibilita un tratamiento gratuito.
Asociación Nazareth tiene su sede central en Santa Fe y son sus responsables los doctores Luis Ferrigno y Vilma Klett.
En Villa María se encuentra en Estados Unidos 9 y el teléfono es 0353-4532458. Allí está la esperanza para dejar el drama y volver a ser feliz.
Textos: Diego Bengoa
Fotos: Roberto Zayas
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