Escribe:
Jesús Chirino
León Felipe, cuyo verdadero nombre era Felipe Camino Galicia de la Rosa, poeta de la justicia, fue quien usó las letras para conmover al hombre y provocar su reacción ante la injusticia social. Este español nacido el 11 de abril de 1884 en Tábara, pueblito de la provincia española de Zamora, visitó Villa María en el año 1948.
Fiesta de
la poesía
Aquel gran acontecimiento literario, casi olvidado por la ciudad, quedó documentado en las notas periodísticas, que registrando la ilustre visita publicó el diario local Heraldo. El escritor vino a dictar una conferencia titulada “Canto del hombre” en el local del Casino Español de nuestra ciudad. El evento fue organizado por “…el Club Social de Maestros y Centro de Egresados de la institución Bernardino Rivadavia” y el propio Casino Español.
El encuentro estaba previsto para las 21 horas, era el día posterior a los festejos patrios del 25 de Mayo. La prensa lo anunciaba como una “...figura bastamente conocida en el campo de las letras castellanas, vive desde hace unos años en nuestro país, donde las más altas tribunas del buen decir y de las inquietudes del espíritu le ofrecieron sus salones o sus hojas eminentes, para que volcara en ellas la emoción exquisita de su verbo y la facundia de su pensamiento...”. En realidad el español, a partir de 1945, viajó por diversos países de Sudamérica. El año anterior a su llegada a Villa María había publicado “Antología rota” con epílogo de Guillermo Torre, quien escribió numerosos estudios sobre el poeta, definiéndolo como “nunista”, es decir con una poesía íntimamente vinculada a sus propias circunstancias vitales e infortunios.
León Felipe, en 1941, tradujo “Canto a mí mismo” de Walt Whitman y resulta innegable la influencia del norteamericano en su poesía. Dejando de lado las importantes obras de teatro que escribió podemos mencionar algunas otras como Versos y oraciones del caminante (1920 y 1929), Drop a star (1933), La insignia (1936), Pescador de caña (1938), Español del éxodo y del llanto (1939), El gran responsable (1940), El poeta prometeico (1942), Ganarás la luz (1943), Parábola y poesía (1944), Versos y blasfemias del caminante (1950), Rocinante (1967) y ¡Oh, este viejo y roto violín! (1968).
Cuando Felipe llegó a nuestra ciudad, hacía tiempo que vivía en América: en México, EE.UU., Panamá y un largo transitar por Centroamérica y Sudamérica. Habiendo intentado restablecerse en su Patria que estaba en plena guerra civil, estuvo allí poco tiempo y la historia lo regresó a este lado del mar.
Esa noche
Aquella noche que disertó en Villa María venía de hacer lo mismo, pocos días antes, en las instalaciones del Jockey Club de la ciudad de Córdoba. También había dado charlas en el Círculo de Prensa y el Casino Español de la capital provincial.
La crónica de la época recuerda que ese trotamundo que fue Felipe León aquella noche dijo a los presentes que ya no escucharían su voz otra vez. Quizás una manera de decir que ya no era de ningún lugar, sólo transitaba por el mundo de un pueblo a otro y no le quedaría tiempo para regresar. El cronista escribió “Ha pasado por nuestra ciudad un poeta español: León Felipe a quien las luchas en su Patria lejana lo arrojaron a esas tierras benditas de América. Tierras que no saben de abolengo ni de títulos nobiliarios ni de sangre. Tierras en que los hijos son hijos de la Madre y de los Vientos… ha pasado un poeta español por nuestra vera, y nos ha dejado su canción. Ojalá que quienes la hayan escuchado la recuerden por siempre…”. El motivo central de esa canción fue el poema “Canto a mí mismo” de Whitman.
Hacía años había escrito en “Parábola y poesía”: “Poetas… la poesía es una ventana… Para mí es la ventana… la única ventana de mi casa. Por esta ventana irrumpe la luz e ilumina todo lo que yo escribo en las paredes”.
En 1968, el 18 de setiembre, la muerte lo encontró en México, sin poder contenerse lo quitó de este mundo. Pero nos quedó su obra poética, ésa de la que otro español reconocido en el mundo, Joan Manuel Serrat, extrajo el poema “Vencidos” y luego de musicalizarlo lo hace rodar nuevamente por el mundo con su voz diciendo:
Por la manchega llanura
se vuelve a ver la figura
de Don Quijote pasar.
Y ahora ociosa y
abollada va en el rucio
la armadura,
y va ocioso el caballero sin peto y sin espaldar,
va cargado de armadura,
que allá encontró
sepultura
su amoroso batallar.
Como dijo aquel cronista local, difícilmente pueda olvidarse el comprometido canto de este poeta español que hace 60 años visitó Villa María.
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