Escribe: El Peregrino Impertinente
Algunas veces, la realidad se mezcla con la ficción. La ficción con la realidad se mezcla. La mezcla con la realidad se ficciona. La ficcionalización con la mezclandad se realiza. Bueno, se entiende.
Andaba caminando un día por las calles de Córdoba. Esa ciudad tan particular, donde uno levanta una baldosa y sale un personaje. Aquellos que traen a la memoria a la revista Hortensia, verdadero hito de la cultura humorística cordobesa.
Andaba caminando por Córdoba, decía, y de aburrido nomás, me meto en una de las tantas tiendas de libros y revistas que pueblan la Avenida Colón. En eso manoteo una Hortensia que andaba perdidaza entre los mostradores. Casi al unísono, escucho la voz de un tipo que parecía salido de esas mismas páginas.
Sutileza popular
“Hola barón ¿Tendrás alguna revista de esas de sexo?” preguntó, bolsito al hombro, la cara como fierro. “Disculpe señor, ¿como dice?” le inquirió el vendedor, desorbitado. “Una revista de esas de sexo, con mujeres desnudas”. Insistió el hombre, musa de Albertos Cognini, Cachos Buenaventura y Negros Alavarez. “Ah, revistas pornográficas. Si, al fondo hay un montón”. Ni el más ingenioso de los guionistas populares podría haber inventado una manera tan digna, sutil e inocente de referirse a una porno: “Una revista de esas de sexo”. Notable. Y ahí fue el mozo, chocho de la vida, dispuesto a dejarse seducir por las sugerentes portadas. Entre la extensa gama de opciones, escogió una acorde a su antojo, pagó en la caja y se fue campante, el rostro iluminado. Me quedé absorto, y sonriente. Casi sin darme cuenta volví los ojos a la Hortensia que sostenía en mis manos. De que ficción me vienen a hablar.
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