Escribe: Jorge Candia (instructor nacional de árbitros)
Regla número 5, “el árbitro”, primer párrafo:
“Un partido será controlado por un árbitro, quien tendrá la autoridad total para cumplir las reglas de juego en dicho encuentro”...
¿Sabía usted que los árbitros de fútbol se forman a través de una capacitación académica y que sus formadores deben ser de la misma manera, capacitados? “Si tenemos buenos instructores, tendremos buenos árbitros. Y si tenemos buenos árbitros tendremos buenos espectáculos, y si hay buenos espectáculos, se llenan las canchas. ¿Quién se beneficia?, el fútbol. ¿Quién lo disfruta? La gente”.
Frase de Julio Humberto Grondona
En la ciudad de Wilde, provincia de Buenos Aires, se encuentra la sede social del comité técnico de instructores de árbitros, institución reconocida por la AFA, el Consejo Federal de Fútbol y la Secretaría de Deportes de la Nación, donde año tras año egresan nuevos instructores de todo el país para luego continuar en el ejercicio de la profesión, capacitándose, logrando anualmente renovar su matrícula que lo habilita para estar al frente de una escuela formadora de árbitros de dicha disciplina.
Un árbitro se forma de la siguiente manera:
Primero, se logra una concientización a la persona, acorde al ámbito social en el que se va a relacionar para después trabajar en la enseñanza de la teoría, fundamentalmente de las 17 reglas de juego. Cada una con su letra fría y luego el espíritu de las mismas para lograr su interpretación.
Obteniendo este paso, se incorpora la práctica, en sus procedimientos, efectuando trabajos tácticos, técnicos y estratégicos en campo de juego, dándole así una experiencia muy cercana a la realidad, de la que es conducir un partido de fútbol. También se lo debe controlar en el aspecto psicológico para que, en la realidad de su desempeño, en el rol de árbitro o árbitro asistente, se controle el nivel emocional (nivel de adrenalina).
Una vez evaluados los resultados del aspirante, si marcan un aceptable promedio de evolución favorable, se lo puede integrar a la práctica de la teoría porque, tal como señala el doctor Manuel Polantinos, “arbitrar se aprende arbitrando”, donde el individuo conocerá la realidad, siempre supervisado por el instructor.
No se lo puede someter a riesgos prematuros innecesarios porque estaríamos atentando contra la vocación de aprender una carrera tan polémica. No puede la sociedad permitir que irresponsables oportunistas ejerzan o simulen enseñar lo que nunca aprendieron.
Las instituciones que toman servicios arbitrales son libres de elegir y confiar en la idoneidad del plantel arbitral, pero si de pronto no se cumplen con las expectativas... ¿A quién le van a reclamar? ¿Dónde encontrarán las respuestas si no existe un profesional? ¿Quién se hará cargo?
Hay un dicho sabio: “Zapatero a su zapato”. Hagamos entre todos árbitros profesionales responsables, en búsqueda que este deporte más bello del mundo sea disfrutado por todos.
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