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Para muchos analistas internacionales, la crisis económica griega es comparable con la que sufrió la Argentina en 2001 |
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Hoy asistimos nuevamente a un país en situación de crisis terminal. Grecia se muestra al mundo con sus calles repletas de manifestantes que reclaman por evitar un ajuste ya inevitable. Mientras tanto, las bolsas del mundo caen, las monedas fluctúan en su valor y reina la incertidumbre.
Es una manifestación más de la crisis del sistema económico imperante. Como lo fue el efecto tequila, el caipirinha, el tango o la crisis hipotecaria de los Estados Unidos. El tema es que la bomba estalla ahora (como EE.UU. en 2007), en el corazón del sistema, en una Europa unificada y supuestamente fortalecida detrás de una moneda común.
La gente huye de los papeles -incluidas las monedas- y va en busca de activos tangibles (oro, inmuebles, etcétera). “Sálvese quien pueda” es el lema imperante, mientras se cae a pedazos un sistema que funcionó bien después de la segunda guerra a través de un Estado paternalista promoviendo una “economía del bienestar” con protección social extendida a toda la sociedad. Ya no hay bienestar, queda poco del Estado y la economía es sólo una ilusión.
Es que la corrupción, los inmensos gastos en salud, la carrera armamentista, los sistemas previsionales quebrados y la mayor concentración de riqueza de la historia de la humanidad (entre otras causas), han llevado indefectiblemente a la quiebra de este sistema ideado hace poco más de medio siglo.
Si el euro sube o baja, si Grecia entra en default o no lo hace, si los bancos quiebran o no, ya no son más que datos anecdóticos. La realidad está ante nuestros ojos, aunque no la podamos o queramos ver
La discusión no es euro devaluado o fuerte, salvataje a Grecia o no, gasto público alto o bajo, etcétera. La discusión se debe dar en torno a cómo diseñamos un modelo económico que pueda dar respuesta a una humanidad con mayores necesidades y mayores demandas, pero con menos recursos genuinos, que inevitablemente deben surgir de la producción y el trabajo.
Posiblemente en estos días se proponga alguna mágica solución a los problemas de la comunidad europea; pero será ficticia, cortoplacista y poco consistente. Será una solución financiera, no económica, será una solución que permita patear el problema para adelante, y todos sentiremos un alivio momentáneo, volviendo cada uno a sus obligaciones cotidianas
Mientras tanto, seguimos en el mismo juego que nos deparará alguna otra crisis en algún otro lugar del planeta, más adelante. Y así sucesivamente.
¿Cómo resolverá la sociedad global este dilema? Eso, “qui lo sá”.
Cr. Alberto Costa
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