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Nelly Fuentes y Alejandra Alemandi en su lugar de trabajo. “La mayor satisfacción es ver evolucionar bien a los niños”, dijeron, junto a una paciente de Pediatría y su madre |
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Familiares y amigos le suelen preguntar a Alejandra Alemandi y a Nelly Fuentes por qué eligieron Enfermería, una profesión sacrificada, no muy bien paga y en contacto permanente con la muerte y el dolor.
“En eso coincidimos: no podríamos ser otra cosa que enfermeras”, indicaron las profesionales del Pasteur consultadas por el Día Internacional de las Enfermeras.
Fuentes sabe qué fue lo que la impulsó a ser profesional de la salud. “Mi madre estuvo internada durante mucho tiempo en el Hospital cuando yo todavía era chica y vi cosas del trabajo de la enfermera que me gustaron y otras que pensaba que no haría nunca”, relata Fuentes.
Finalmente, y empujada por una fuerte vocación de servicio, decidió convertirse en enfermera. “Sabía que para ayudar a la gente hay que estudiar. No se puede aprender un procedimiento sin saber por qué es de esa manera”, explicó.
Empezó a trabajar en el Hospital Pasteur, cuando todavía la calefacción era con las estufas Bran Metal y los elementos de vidrio. “No había descartables, sino que todo se esterilizaba”, recordó.
“Además, recuerdo que cuando llegaba la hora de higienizar al paciente, ventilaban las habitaciones abriendo todas las ventanas y entraba un frío que calaba los huesos”, dijo.
Otra realidad de décadas atrás es que “la mayoría eran empíricas, es decir, que no tenían título profesional, sino que se basaban en la práctica. Hoy todas -y todos- los enfermeros son profesionales y hay muchos que llegaron a licenciados”, señaló.
A la hora de hablar de reconocimientos, sabe que no son muchos. “Pero hay una gran satisfacción, una realización personal, que es cuando un paciente, especialmente en nuestro caso, que estamos en Pediatría, evoluciona bien. Y uno, como creyente, sabe que la última palabra la tiene Dios, pero te sentís un eslabón, un instrumento de esa evolución”, señaló la enfermera experimentada que hoy es además docente.
Y como docente, estuvo a cargo de la formación de Alejandra Alemandi, quien hoy es su compañera de trabajo.
Alejandra decidió ese oficio por una fuerte vocación, aunque reconoce que le costó mucho.
“Siempre fui un poco insegura. Y pienso que cuando uno trabaja con personas, los errores que podés cometer no se corrigen. Por eso tenía mucha presión, pero gracias al apoyo de compañeros e instructores, pude superar mis temores”, dice la joven enfermera que hace ocho años trabaja en el Pasteur.
Aprendió que si bien un analgésico calma el dolor “un apretón de manos y una sonrisa ayudan también”.
A su criterio, no se debe perder la sensibilidad y la empatía con el paciente para ser una buena enfermera.
Ambas reconocen que muchas veces se “bajonean”. “En el Hospital, como en cualquier lado, hay problemas que muchas veces te tiran para atrás. Pero un agradecimiento de un familiar de un paciente te hace feliz y te permite retomar las fuerzas para seguir adelante”, indicaron.
Por eso, al concluir la nota aseguraron que más allá de sacrificios y problemas, ninguna podría ser otra cosa que enfermera.
En ellas, saludamos a todas las profesionales en su día.
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