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Yanina y su padre, felices en el aniversario del trasplante |
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Los Sánchez no pueden ocultar la felicidad porque un gesto de infinito amor hizo que Yanina recuperara la salud y la familia, la tranquilidad.
Hace exactamente un año, Yanina Sánchez era sometida a un trasplante de riñón. El donante fue Luis, su padre, un portero de 50 años que cuando supo que su órgano era compatible, no dudó en entregarlo.
Habían dejado atrás años de desesperación y tristeza. Hoy, a un año de aquella operación, Graciela Sánchez transmitió el mensaje de su hija: “Ella quiere hacer público el agradecimiento a su padre, porque dice que si no fuera por él, hoy no estaría”, dijo.
Yanina tiene hoy 26 años y está recuperando el tiempo perdido. Ya hace las tareas de la casa y sueña con alcanzar una vida absolutamente normal. Probablemente el sábado, coman juntos un asado para celebrar.
A medida que pasa el tiempo, le van retirando medicamentos y si bien tiene que someterse a otros estudios, evoluciona favorablemente después del trasplante realizado hace un año atrás.
El calvario
Yanina fue afectada de diabetes como consecuencia de una crisis nerviosa que sufrió tras la muerte de su abuela.
Esa enfermedad fue dañando sus órganos vitales y llegó a los 25 años con muchas dificultades.
En los dos últimos meses anteriores a la operación, debió someterse a diálisis y allí los médicos le advirtieron que no había otra salida que un trasplante.
Hay que señalar que el trasplante de riñón es el único caso que permite donantes vivos.
Desde los 12 a los 25 años de Yanina, la vida fue difícil para todos los Sánchez. “Yo no le deseo a nadie lo que pasamos”, dijo Graciela, rememorando los peores momentos que hacía que la vida familiar estuviera pendiente de la evolución de la joven.
Hoy, en cambio, las cosas cambiaron. “Cuando me siento a tomar mate con ella, me da tanta felicidad. Los hermanos (Luis Enrique de 29 años y Luis Mauro de 24) la cuidan y están felices del progreso de su salud”, señaló la mujer, a la que se la ve rejuvenecida en relación a un año atrás.
Yanina recuperó peso corporal -incluso hoy debe cuidarse para no aumentar- pese a que durante el peor proceso de la enfermedad llegó a pesar 39 kilos.
La recuperación
Cuando todos los exámenes de compatibilidad fueron positivos y se decidió la operación, recuperaron las esperanzas. El 17 de setiembre del año pasado, Graciela estaba sola con los bolsos en los pasillos del Hospital Córdoba. Su marido había ingresado a las 7.30 al quirófano y su hija, una hora más tarde.
A las 11.30, Luis salió bien y a las 12.30, Yanina, con su riñón funcionando, la saludaba sonriente desde la camilla.
A los dos meses de eso, Luis volvió a hacerse cargo de las tareas de portero de un edificio de la ciudad y Yanina, comenzó una nueva vida.
Yanina, por su parte, visita a los enfermos dializados y les da fuerzas para que se animen al trasplante. “Hace poco, un chico de Villa María se operó y le fue bien. Estoy muy contenta por eso”, dijo la joven a EL DIARIO.
Saben que los problemas no se acabaron, dado que la diabetes también le afectó la visión, por lo que ahora debe someterse a otra operación en uno de sus ojos afectado de cataratas. “Pero ya sabemos que no es tan grave, porque le hicieron cuatro intervenciones en la vista”, señaló Graciela.
Las prácticas médicas y los medicamentos son cubiertos por el Ministerio de Salud, pero anhela conseguir una pensión para la joven, a los efectos de que pueda contar con recursos propios y avanzar en el camino de la independencia, que es lo que todos los padres anhelan para sus hijos.
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