Escribe:
El peregrino impertinente
(tal vez, más impertinente que nunca)
“Mirá el cabasho. Mirá el cabashhhito, Cacho; mirá lo que es ese animal, que hermosura de cabashhhhhho”. Sí, un porteño. Un porteño en las sierras. Un porteño en las sierras sacando fotos. Un porteño en las sierras sacando fotos a un caballo. Un porteño en las sierras sacando fotos a un caballo al que habría que pegarle un par de cachetadas urgente. Salí de la pecera, nene.
Háganme la caridad y díganme si no deberíamos darles algunas clases de naturaleza a los muchachos. Es para encerrarlos en un corral y gritarles: “¿Ves?, una gallina. Sí, la que nos da los huevos, infeliz, muy bien. A ver, ¿por qué no abrís la boquita? Uy, mirá como te la lleno de plumas ¿Qué lindo, no? Las plumitas bien engripaditas de la gallinita. Ahora ya vas a saber que si uno juega mucho con las plumitas de la gallinita, se enferma todo y se muere. Linda la gallinita”.
Acto seguido, te responderían algo como “sí, sha sé, ¿ésta es la que pone poshitos también, no? Dejame que la filmo un poco así lo cuelgo en YouTube, dejame”.
Vida de taper
Y es que hay algunas gentes que son de terror. Por el amor de Yupanqui, hermano, ¿cómo le vas a estar sacando fotos a un caballo? ¡Y con tanta devoción!
“Lo que pasha es que en Buenos Aires los únicos cabashos que vemos están en el Hipódromo de Palermo, vishtes”, podrían decir. ¡Mamita!
Así se mueven los tipos en las sierras. Alquilando casas por quincena y dejándose sorprender con las cosas más simples, comunes y corrientes de la existencia misma del hombre.
¿Son felices así? Quizá. ¿Disfrutan de esa vida de taper? Posiblemente. ¿Deberíamos darle alguna importancia al asunto? A esta altura del partido, es probable que no. ¿Cómo podés sacarle fotos a un caballo?
Llámenlo a Platón, a mí se me acabaron las respuestas.
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