Oscar Bravín:
“Fue uno de los grandes bandoneonistas, considerado por maestros como Aníbal Troilo y a la altura de Marconi. Y fue una especie de ícono para los cantantes nuevos y estaba a la altura de Goyeneche. Me acuerdo de haberlo visto por televisión en el ‘69 a los 20 años vestido de negro y con una cadena con una cruz. Y hace poco en un café concert de Carlos Paz. Era un personaje, simpático, abierto y carismático. Todavía no ha tenido el homenaje que se merece.”
Héctor Cánova:
“Fue un caso único, un gran cantor que sabía frasear y llegaba bien a tiempo y se podía acompañar por el bandoneón que es un instrumento muy difícil de ejecutar. Era como si fueran dos personas separadas que podían hacer las dos cosas bien al mismo tiempo. Ha tenido una mente muy abierta. Al último se fue un poco de la línea. No se dedicaba a explotar que lo podía producir.”
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