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Cuando las personas descubren que uno de sus familiares ha desarrollado una enfermedad mental grave, como es la esquizofrenia, suelen quedar “shockeados”. No están preparados para este descalabro en sus vidas. Están perplejos y asustados por las conductas extrañas, preocupados sobre qué sucederá, afectados por esta desorganización en el transcurso de lo que parecía ser un desarrollo normal, y sin saber qué hacer.
Casi siempre la persona enferma es llevada a los especialistas en busca de ayuda y suele ser hospitalizada. Se realizan exámenes, los familiares son entrevistados, se prescriben medicamentos y otros tratamientos pueden ser recomendados. Después de algunos días, a veces después de mucho tiempo, la persona enferma es dada de alta y regresa a casa.
Lo más habitual es que a la familia no se le haya dado la información suficiente. No ha habido instrucciones claras sobre los medicamentos, sobre cómo enfrentar los comportamientos extraños, cómo funcionar con una persona que insiste en que no está enferma.
Ante esta realidad, es de mucha utilidad saber que contamos con una herramienta efectiva que es la psicoeducación.
La finalidad de la psicoeducación es aumentar el conocimiento y la comprensión de los pacientes de su enfermedad y tratamiento. Se supone que un mayor conocimiento permite a las personas con esquizofrenia afrontar su enfermedad más efectivamente.
La psicoeducación hace referencia a la educación o información que se ofrece a las personas que sufren de un trastorno psicológico, aunque este tipo de intervenciones psicológicas también incluyen el apoyo emocional, la resolución de problemas y otras técnicas.
En este proceso informativo están incluidos los miembros de la familia.
La meta es que el paciente entienda y sea capaz de manejar la enfermedad que presenta. De igual manera, se refuerzan las fortalezas, los recursos y las habilidades propias del paciente para hacerle frente a su enfermedad, para así evitar una recaída y contribuir con su propia salud y bienestar, con un fundamento a largo plazo.
Debido a que, con frecuencia, es difícil para los miembros de la familia y para el paciente aceptar el diagnóstico del mismo, la psicoeducación también tiene la función de contribuir a la no estigmatización de los trastornos psicológicos y a disminuir las barreras para el tratamiento. La psicoeducación, a través de una opinión mejorada de las causas y efectos de la enfermedad, a menudo ensancha el punto de vista del paciente acerca de su enfermedad y este mayor entendimiento puede afectar al paciente de manera positiva. De esta manera se disminuye el riesgo de recaída. Los pacientes y los miembros de la familia que están mejor informados sobre la enfermedad se sienten menos impotentes.
La teoría es que cuanto mejor conozca el paciente su propia enfermedad, mejor puede vivir con su condición.
María Fernanda Aimar
Especialista en
Psiquiatría
MP:26420
ME:10547
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