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3 de Junio de 2010
Informe - Recorrido histórico y bibliográfico de nuestros primeros cien años
La literatura argentina y su propio Bicentenario (III)
Esta es la última entrega de la retrospectiva de la producción literaria desde una visión local
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Domingo Faustino Sarmiento

Escribe:

Carlota Molina de Moreno
Especial para EL DIARIO

La Campaña al Desierto, la cruel y triste historia que vivieron nuestros aborígenes fue redactada por Lucio V. Mansilla en su libro “Una excursión a los indios ranqueles”.
Este político, escritor , periodista y militar, relata el rescate de las cautivas, los liderazgos de los caciques entre los que estaba el cacique Ramón.
Las presidencias de Mitre, Sarmiento y Avellaneda, sucedidas entre 1862 y 1880, contribuyeron a afianzar el orden institucional de la república unificada , a lo que se agregó el cambio en la estructura social y económica de la nación.
Sarmiento, de cuya múltiples facetas recogeremos para nuestro objetivo el costado del escritor, escribe “Facundo”, una denuncia a lo que él consideraba la Dictadura de Rosas; “Recuerdo de Provincias” en 1850, donde además del retrato de su madre nos deja el de los próceres de la revolución de la democracia.
“Campaña del Ejército Grande” es una narración con momentos de bríos de la campaña libertadora que culminó con la batalla de Caseros.
“Facundo”, sobre la vida de Quiroga, nos dejó, además del valor literario, un pensamiento claro sobre la independencia de 1816.
Felipe Pigna dice al respecto: “Facundo, a quien odia y admira a la vez, es la excusa para hablar del gaucho, del caudillo, del desierto, en fin, todos los elementos que representan para él el atraso, y con los que hay que terminar”. Adhiero al valor que significa escribir ciertas ideas y en días difíciles para la comprensión de ciertos textos.
Pero no podemos obviar en este momento histórico, la valiosa obra que publicó Mitre, en 1887 (año en que Villa Nueva comienza a comunicarse con Villa María a través de ese medio de transporte único en las grandes ciudades de la época, que fue el tranway Olmos) y que nos dejó la más fidedignas de las historias, que es “Historia de San Martín y la emancipación sudamericana”. Una obra que contiene los documentos que pertenecieron al Libertador ; tanto su correspondencia personal como todo el material relativo a la Campaña Libertadora, con sus mapas, partes, estado del ejército, y hasta la situación política del Río de la Plata. Sostengo que los hechos históricos marcan el camino de las letras.
Tal cosa va a ocurrir también como consecuencia del proceso inmigratorio que se produce porque la Revolución Industrial, con su tecnología agropecuaria, expulsa de Europa la mano de obra a la que aspira atraer Argentina por ser consciente ya de su extenso territorio apto para esa actividad. Además, la fuerza de la generación del 80 impulsaba a esta joven nación hacia el modelo anglosajón de los Estados Unidos y Europa.
En lo cultural queríamos seducir a Francia e imitar, en cierta forma, el arte de París.
Por esos años de 1880, el modelo “Roquista” se imponía sobre el federal de los caudillos. Los ferrocarriles se extendieron a lo largo del país. La Estación Villa Nueva (la que hoy es Villa María) fue una de aquellas que obedecían a la política expansionista de Roca y en las primeras décadas del Siglo XX , muchos de aquellos terratenientes hasta tenían casas en París (porteños dueños de las vacas y las tierras). Era una sociedad burguesa que construía grandes mansiones a la par de las obras monumentales que comenzaban a levantarse en la ciudad de Buenos Aires, como el Correo Central, el Palacio de Tribunales y otros. Con esa influencia de Francia y su sagrada Revolución, nace la idea de los festejos del Centenario en Argentina.
Era el año 1889 y surge el Proyecto único: El Pabellón Argentino con 1.600 toneladas de acero, vitraux y arte que mostraban lo que era o podría llegar a ser, esta nueva y gloriosa nación que nacía a la faz de la tierra.
Ese verdadero monumento fue diseñado por el arquitecto francés (francés ¡oh casualidad!) Albert Ballú (1849-1939) desmontable, para ser trasladado a Buenos Aires, que sería interesante describirlo, pero no es nuestro objetivo. Este edificio, inaugurado el 25 de Mayo de 1889 obtuvo el Primer Premio entre muchos otros países, que consistía en dos medallas de oro, una por la categoría “Ciudad del futuro” y la otra como “Mejor realización construida”. Era monumental. En 1934 fue desarmado en pleno “proceso renovador” (maldito como todos los procesos) y fue vendido, sí, vendido en remate.
En 1998, y a pesar de la Ley 2.806 que ordenaba preservarlo, dictada por el Gobierno de la ciudad de Buenos Aires, se pudo ubicar en el Barrio de Mataderos, en un sitio cualquiera, un tramo, tan sólo un tramo de la estructura monumental que fue el orgullo legítimo de los ciudadanos de entonces. Estaba convertido en galpón de una herrería.
Todo esto va a cuenta de que los sentimientos patrióticos que nos mueven hoy, a los hombres y mujeres argentinos que nos toca vivir este momento del Segundo Centenario, no lo sepamos transmitir a las generaciones futuras. Ya tenemos un buen ejemplo que nos toca de cerca, como las cinco fuentes francesas de la plaza de Villa Nueva.
De mi libro “Casa de Mujeres”, esta descripción para cerrar la historia. La plaza desnuda lloraba con lágrimas de marchitas ramas y gélidas imágenes. Las estatuas alargaban sus quejidos de dolor y de interminables estupores. No comprendían la razón de tan injustos vejámenes. No se salvaron ni siquiera los querubines de caras transparentes. Fueron sacrificadas sus doncellas y sus cántaros de agua fresca. Rodó cruelmente el águila devorada quizás por la serpiente y fue en vano que el cocodrilo se arrastrara pidiendo clemencia.
Se ahogaron en su propio llanto los cisnes de cuellos elegantes, y el castillo con su “torrecita almenada”, fue como el canto rodado que no pudo emitir la música, escondida dentro de ella.
Hasta que una tarde, en el vuelo incesante de las palomas redondeando la cúpula, el campanario enmudeció. Se le escapó un hueco por las grietas del viejo templo. Se les borraron las notas del pentagrama, y con el desgarro de la muerte, se le derribó el alma.
Una bandada de tristezas ensombreció el firmamento, donde cada casuarina era una bandera desgarrada y cada fuente una pequeña mar de sangre fresca.

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