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| Lionel Messi |
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Argentina, como es costumbre, expone al mundo la histeria y el entusiasmo desbordado por el inicio del Mundial de Sudáfrica.
Los trapos lujosos, celestes y blancos, no se guardaron por los festejos del Bicentenario y flamean al ritmo del corazón que exaspera en cada partido, mientras el futbolero común del país opina sobre el equipo de Serbia, se traga sin pausas un partido de Ghana o empieza a pronosticar el futuro de Portugal.
Y justo en este territorio donde la pelota no se mancha, en la canallesca y leprosa ciudad de Rosario, un 24 de junio de 1987 tuvo que nacer Lionel Messi, un pibe que –por méritos propios- ha conseguido el primer pasaporte de una ilusión argenta que se acrecienta desde antes mismo de su nacimiento, allá por julio del ’86, en México.
En el registro de viaje dice lo siguiente: “Deberás ser la figura que te confiere el pueblo argentino y el resto del mundo; tendrás que romperla, descoserla; buscarás con todos tus métodos la fórmula de la felicidad en un campo de juego para trasladar así la algarabía al lugar donde te parieron y, por último, levantarás la copa, brindarás por todos y quedarás en la cima de la historia”.
Tamaña misión parece sangrienta para un chico bañado en euros, que no se pelea con nadie, toma la leche en casa y prefiere quedarse entre amigos jugando a la play antes que andar de rostro por las calles de Barcelona. Sin embargo, así como alguna vez lo fue su actual técnico, Diego Maradona, la “Pulga” es hoy el hombre predilecto de los seguidores del deporte más popular; a nivel de clubes ya no le queda gloria por cumplir y llegó a Sudáfrica a punto caramelo, casi en la ebullición de su mejor talento.
Es por esto que sus pies acunan el sueño máximo de los fanáticos, incluso más que de los otros grandes delanteros que supimos conseguir para la cita en el continente africano.
El problema es la deuda pendiente que arrastra con el pueblo argentino desde que se puso la camiseta del seleccionado mayor, no la del Sub 20, con la que salió campeón y máxima figura en Holanda, como para que el mundo empezara a quedar boquiabierto con su luz, más allá que también ganó una medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Beijing.
Bajo el ala de Maradona, el rosarino quedó eclipsado, por ahora. No se destacó con goles (aunque convirtió algunos importantes en las Eliminatorias), tampoco desparramó rivales con la facilidad que lo hace en su equipo español y por eso hasta llega a ser menos querido por el público que, por ejemplo, Carlos Tévez, el jugador del pueblo.
No obstante, todas las críticas por momentos resultan injustas para el pibe que, por problemas de crecimiento (una enfermedad hormonal), debió emigrar a España desesperado porque aquí, donde le piden que sea ídolo total, a nadie se le ocurrió pagarle el tratamiento que merecía. ¿Qué pasará entonces por la cabeza de este exiliado a la fuerza que hoy tiene que devolver no se sabe qué al país con su fútbol?
Sólo él sabrá por quién, para qué y de qué manera jugará este Mundial.
“Hay que darle una alegría a todos los argentinos; hacer un buen papel es ganar la Copa del Mundo”, afirmó días atrás el rosarino, con sus declaraciones políticamente correctas y su sonrisa de nene, algo que contrasta con la fiereza que suele mostrar en las canchas, donde los rivales lo ven pasar, los arqueros lo sufren y los hinchas lo disfrutan.
Atrás quedó la imagen de niño ofuscado porque no lo ponen, como sucedió en el Mundial de Alemania 2006; ahora tiene la chance de tomar la bandera del fútbol argentino y sería bueno que la usara como capa, vestido de superhéroe.
Claro que lo ideal no siempre se dio en el fútbol durante los mundiales. En el ’66 no fue campeón Eusebio; en el ’74 tampoco se le dio a Cruyff con su “Naranja Mecánica” y en el ’98 Ronaldo se descompuso la noche antes de la final. Todos eran, en su momento, los mejores del planeta.
Estos datos, igual, nunca podrán minimizar el exitismo de nuestro país, mucho menos en tiempos donde, para algunos, son más importantes las divas de la televisión, el pan y circo, que el propio Maradona o las Abuelas de Plaza de Mayo.
Está de más recalcar entonces que el Mundial será la gloria total o el odio eterno para Messi (como así también para Diego). No habrá término medio, como si nunca alcanzara con la incomparable sensación que a veces produce verlo jugar.
• Lo bueno: Es considerado el mejor del mundo por la FIFA y la prensa mundial. Los sudafricanos lo aman y Argentina tendrá así un apoyo extra durante los partidos. Es difícil descifrar su juego y, con alguna maniobra individual, puede marcar un antes y un después en cada encuentro.
• Lo malo: No rindió con el seleccionado argentino como lo hizo en Barcelona. Salvo Riquelme primero y Verón después (ambos a cuenta gotas), muy pocos se convirtieron en su ladero y lo asistieron como un goleador se merece. Su físico no es de los que resisten demasiado a las lesiones.
• Cómo llega: Viene de ser goleador de la Liga de España, donde fue campeón con Barcelona. Está bien cuidado por sus compañeros y por Maradona en Sudáfrica. Cuenta con una presión enorme sobre sus espaldas porque le piden que sea la gran figura del campeonato.
@ La visión local: La gran apuesta
Opinión: Mauro Rosales*
Es el jugador al que todos apuestan por el desequilibrio que él puede llegar a hacer en los últimos metros, a su cambio de ritmo, a la velocidad, agilidad, visión... Tiene todas las cualidades de un atacante y puede jugar tanto de delantero de área o armar juego.
Sus compañeros, sea “Carlitos” o Higuaín, van a tener que adaptarse al juego de Messi para que a todos les vaya mejor. El es el mismo, tanto el que juega en Barcelona como el de la selección, lo que sucede es que los jugadores que los rodean en un equipo y en otro son totalmente diferentes y juegan diferentes sistemas. La mayoría espera que se pase a los diez rivales y que haga el gol, pero no es así, tenés que tener a tus compañeros que te sigan y que conozcan los movimientos que vos realizás dentro de la cancha.
Tiene todo para ser la gran figura del Mundial. Ya es, antes de empezar a jugar, la figura del Mundial y ojalá pueda rendir como espera él y esperamos todos. Realmente se merece tener una gran actuación en la selección por lo gran jugador que es.
*Delantero de River de Buenos Aires. Es el villamariense que más veces jugó para la selección argentina, siendo campeón Sub 20 y campeón olímpico.
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