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Entre gambetas, paredes, caños y goles el tablero político va moviendo sus piezas. Las blancas y las negras se precipitan en una partida que durará varios meses y cuyo final ni el más osado puede predecir sin temor a equivocarse.

Mientras la gente especula con el posible rival de Argentina soñando con el partido final de la Copa de Sudáfrica 2010, los muchachos de la política sigue su entrenamiento de pugilistas y con los guantes puestos mueven alfiles y la dama, hacen las primeras jugadas con cautela, avanzan casillero por casillero y los favoritos escondidos asoman despacio, como los “gallegos” y sin inmutarse
la cabeza.

Si bien los políticos han pasado, desde hace años, a estar en el bando de los jugadores “predecibles”, los resultados de manera proporcional van caminando por la acera contraria.
En estos días de comentaristas deportivos que dan vuelta en el carrusel mundialista con comentarios avezados, atolondrados o encolerizados, los operadores políticos andan buscando un lugar en el banco de suplentes para atraer la atención ciudadana y no falta quien se imagina que el resultado del Mundial va a influir en su futuro. Waka, waka.

Poco le importa hoy a la mayoría de la sociedad, las reiteradas peleas entre peronistas que siempre transitan por los mismos laterales y terminan con un abrazo conjunto, similar al que observamos en el fútbol después de un partido caliente.
Casi nada, interfiere hoy en la vida de un poblador de este maravilloso país, las sucesivas y constantes críticas de opositores a oficialismo y viceversa sin aporte de soluciones.
El juego bonito, el manejo de la pelota de Lionel o la alegría que nos proporcionó “Pipita” está en cada comentario que deambula por nuestras calles y le ha quitado protagonismo a ciertas palabras de dirigentes que “son aire y van al aire”.

No obstante, una parte importante de la clase dirigente argentina parece no comprender el mensaje que se sacude, se agita, se menea al ritmo del “waka waka”, mientras en los vestuarios la realidad (con su mochila a cuestas) se saca la camiseta pero no desaparece. Está simplemente escondida esperando la conocida frase infantil: “Piedra libre”.

Definitivamente, una buena parte del politiquismo está enfrascado, formolizado (de formol), en su tablero, en sus jugadas, en sus viejos y desgastados hábitos.
Estos hombres y mujeres no se toman un día de descanso para disfrutar una goleada, no se recuestan como muchos a imaginar el equipo del martes, no se sienten ni por un instante el técnico del seleccionado para discutir los cambios. No se pintan la cara ni cantan “esto es Africa”. Ellos no se detienen a pensar que su pelea por el título mundial de “boxeo” está fuera de contexto. Que hoy, en estos días fríos de bienvenida al invierno, los argentinos decidimos “tirar la toalla” y unirnos en una misma pasión.
Waka, waka.