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El espectáculo contó con un sinfín de vientos, cuerdas y percusiones ancestrales |
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Se trató de un viaje en tiempo y en espacio hacia las sonoridades ancestrales de nuestra América Latina. Surcando las “venas” -a decir de Galeano- que conectan nuestras culturas milenarias a pesar de siglos de aniquilamiento, negación y desencuentro.
El particular espectáculo titulado “Sonidos de América”, desarrollado el sábado pasado en el Rectorado de la UNVM, plasmó en síntesis que la elaboración de musicalidades debajo del Río Bravo cuentan con un común denominador. Con una misma masa homogénea de ingredientes que luego -y por suerte para el placer nutritivo de la composición y la escucha- derivan en diversos manjares interpretativos.
Tanto en las mixturas coloridas de las tierras aztecas y mayas como en nuestras estampas norteñas en pleno polvaredal, se halla el nexo entre la música, el entorno ambiental y el espíritu colectivo de esa comunidad que aporta y decodifica.
El carácter ritualista, que se suma al compromiso estético y al respeto por los códigos de ejecución, revela a las claras que no se trata de esferas disociadas sino de una misma concepción del hombre. Somos cantando y habitando en la música que nos identifica.
A dichas conclusiones pudo haber arribado uno de los espectadores (que sólo ocuparon mitad de sala), ante una performance ilustrativa y didáctica que contempló una amplia geografía sonora. Vale destacar que el proyecto, de producción independiente, es impulsado por estudiantes de la UNVM, interesados en descubrir las capacidades interpretativas de instrumentos de percusión, cuerdas y sobre todo de aerófonos.
s Ritual en escena
Esteban Valdivia, uno de los ideólogos del conjunto, cuenta en su haber con una gran cantidad de flautas de todos el mundo, cuyo mayor porcentaje pertenece a la cultura precolombina, a la par de que su tesis de grado girará en torno a ese abordaje en particular. Junto a él actuaron César Seppey, Gustavo Rodríguez y Tomás Ferrero, compañeros de la facultad, que se sumaron a las invitadas especiales María Cristina “Payita” Solá y María Inés Solá, hija y nieta del recordado folclorista Payo Solá, perteneciente a una de las primeras generaciones de compositores y poetas salteños.
Además de brindar unas exquisitas páginas de nuestro folclore con un recorrido testimonial de bagualas, vidalas, cuecas y zambas (“Carpas de Salta”, dedicada al Payo), ambas cantantes -de 50 y 70 años de edad- oficiaron de acompañantes con elementos percusivos o cordófonos.
Uno de los pasajes más impactantes resultó una suerte de rito aborigen, con vestimentas típicas (hasta las caras tapadas) y un sinfín de vientos que veneraban las bondades de la tierra y el cielo.
Tal vez, el espectáculo -que por momentos cae en vacíos aletargados entre tema y tema- requiera de la proyección de imágenes alusivas a los paisajes sonoros para que el concepto termine de articularse en el público. El cierre de la velada concluyó con un carnavalito y una celebrada cumbia colombiana con todo el elenco en escena a cargo de instrumentos típicos del país de García Márquez.
Juan Ramón Seia
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