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Nunca faltan cordobeses que la cámara del diario se cruce por las calles de la capital sudafricana u otras latitudes. Este es el caso de dos hinchas argentinos que viajaron desde la ciudad de Laborde para alentar al seleccionado |
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Escribe: Pepo Garay (enviado especial de EL DIARIO y Adiccra, desde Johannesburgo)
“¿Como está amigo?” le pregunta este cronista a George, empleado de un minimercado de Randburg, a pasos de donde entrena la selección de Brasil. “Mal, muy mal”, responde el aludido, con cara de circunstancia. “¿Por qué? ¿Qué le pasó? Insiste el periodista. “¿Cómo? ¿No ve que está perdiendo Camerún?” Terminaba el primer tiempo y los leones indomables se iban al descanso con un 0-1 ante Japón. Luego también perderían ante Dinamarca, para quedar definitivamente eliminados. George, sudafricano él, mastica bronca. Lo mismo que la inmensa mayoría de sus compatriotas, quienes incondicionalmente apoyan a los equipos del continente por sobre cualquier otro.
Así son las cosas en la nación del arco iris. Para los dueños de casa, la prioridad no es sólo su país, sino su continente. Hay una historia que los une. Un vinculo cultural muy fuerte y que por estos días se ve afianzado a base de Mundial.
Argentina fue testigo de la alianza en el partido ante Nigeria, por la primera fecha. En aquel entonces, y a pesar de la admiración por el conjunto albiceleste, los locales no titubearon en mostrar su favoritismo por las Aguilas. Con gritos, y sobre todo mucha vuvuzela, los hermanos se empujan entre ellos hacia la victoria. La situación se repite en cada cotejo que involucra a una selección del continente.
Cuando los televisores muestran a algún conjunto de esta parte del mundo, ahí están los sudafricanos. Negros, blancos y mestizos, acercan las sillas y suben el volumen. Se reúnen al frente de la pantalla y comienzan a alentar como si de su propia patria se tratara. Similar a lo que haríamos entre latinos, pero potenciado. Hay una energía superior dando vueltas. El frenesí de albergar el primer Mundial en casa, concentra fuerzas.
Pero lamentablemente para ellos, los equipos africanos no han mostrado lo que se esperaba. Los resultados obtenidos dan testimonio. Con Camerún, Nigeria y los anfitriones fuera de carrera, y Argelia y Costa de Marfil en una situación muy delicada, las miras están en lo que pueda hacer Ghana. Tal vez la última esperanza de la cofradía, las estrellas negras tampoco la tenían fácil pero terminaron clasificadas. Su suerte se decidió finalmente ayer, cuando se enfrentaron con Alemania, atentos a lo que hacían Australia y Serbia en el otro partido definitorio del duro Grupo D. Junto a Ghana, empujando, estuvo todo el pueblo sudafricano.
Tras siglos de postergación y desidia internacional, el torneo encuentra a los africanos bien unidos, detrás de la gran oportunidad de gritarle al planeta: “Aquí estamos”. Solo la pasión por la redonda podía provocar un fenómeno similar. Una vez más, el fútbol lo hizo.
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