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Caminante no hay camino, se hace camino al andar.
Cuántas huellas imborrables pueden descubrirse, palparse, identificarse en cada ladrillo de las paredes de nuestro querido Hospital Pasteur.
Cuántas lágrimas de felicidad por la llegada de un hijo o de tristeza por la pérdida de un ser querido rondan las baldosas gastadas de sus pasillos.
Cuántas frases de agradecimiento por las vidas salvadas quedaron grabadas en las camillas, en cada uno de sus muebles.
Cuántas penas propias, cuántas vaquitas ajenas. Cuánta vocación de servicio, cuántas noches en vela de los trabajadores custodiando la pobreza. Tantas palabras de aliento acariciando el alma de los que nada tienen, de los que están solos y esperan. Caminante no hay camino, son tus huellas nada más.
Esas huellas que, por extrañas razones de la política, algunos intentan borrar cegados tal vez por la indiferencia, el desconocimiento o la ausencia total de compromiso.
¿Qué está pasando con nuestro querido Hospital?
Ese centro, que es la única puerta abierta para miles de personas que en materia de salud no tienen refugio.
Esa institución que movilizó una ciudad reclamando un nuevo edificio.
Ese espacio que para algunos es una “casa vieja” y para otros la “casa de los viejos”.
¿Qué le está pasando a los gobernantes que no siguen el camino ya hecho por tantos y tantos trabajadores de la salud?
“Todo pasa y todo queda pero lo nuestro es pasar, pasar haciendo caminos, caminos sobre la mar...”
Un orgullo
de la región
El Pasteur es un orgullo en la región por la calidad invalorable de sus recursos humanos.
Lo sostiene, para decirlo con todas las letras, su gente. Los que hace años vienen dejando su huella en los consultorios, las guardias, las distintas salas, la Cooperadora.
Los que ponen el hombro, el pecho, el cuerpo y el alma.
Cuántos profesionales formados bajo la luz mortecina de la necesidad del prójimo. Haciendo caminos en el barro, en el laberinto de los olvidados. Luchando, resistiendo, brindando calor en la tempestad y templanza en la turbulencia.
Regalando horas de su vida a una causa que creyeron justa e indispensable.
¿Qué le está pasando a los gobernantes que no quieren ver ni oír?
Increíble
paradoja
Qué terrible paradoja escuchar anuncios millonarios en una curva de ese camino y en la siguiente ver un cartel que nos indica que “no hay pediatras”.
Falta el médico para atender a un niño, esos que “son los únicos privilegiados”.
Qué increíble novela que nos habla en un capítulo de un futuro con aparatos sofisticados y en el siguiente nos advierte que “el quirófano no se puede usar”.
Caminante no hay camino, se hace camino al andar.
Tanto compromiso de los trabajadores activos y pasivos (ver página 8) y tan poca responsabilidad de quienes tienen las máximas obligaciones.
La excelencia en la atención de la salud es de vital importancia y el Estado no puede borrar con indiferencia las sendas recorridas. Es más, debe hacer cada día más caminos en beneficio de los ciudadanos y fundamentalmente de aquellos que no poseen los recursos para recurrir a los centros privados.
Un nuevo hospital es bienvenido, pero hasta que llegue privilegiemos el actual, ese que conoce de tomógrafos perdidos, incubadoras rotas, revoques caídos, quirófanos parados.
Pero también conoce y arraiga en su seno, el sacrificio de cientos de profesionales que ofrecieron sus mejores horas para marcar el camino de la solidaridad y el amor.
Caminante no hay camino, son tus huellas nada más.
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