Escribe: Pepo Garay (enviado especial de EL DIARIO y Adiccra, desde Ciudad del Cabo)

Ciudad del Cabo tiene con qué. Sale a la cancha capitaneada por el Castillo de Buena Esperanza, el Jardín Botánico de Kirstenbosh, el muelle, el barrio malayo de Bo Kaap, los Jardines de la Compañía, sus playas, sus museos y su vibrante vida cultural. Todos dirigidos por Table Mountain, esa inmensa y hermosa montaña que domina el entorno, y que es emblema universal de la urbe. Razones de sobra para ser considerada una de las ciudades más lindas del planeta. Belleza que se acrecienta con el perfume que otorga la Copa del mundo.
Aquí la Argentina disputará su partido de cuartos de final ante Alemania, el próximo sábado desde las 11 (hora argentina). Será la primera vez en el torneo que la selección se aleje tanto de su búnker en Pretoria (distante a unos 1.600 kilómetros).
Mientras para los jugadores y cuerpo técnico el hecho representa incomodidad y problemas logísticos, para los hinchas es una bocanada de aire fresco.
Luego de tantos días instalados en la provincia de Gauteng, el cambio les sabe a gloria. Por Long Street, la colorida calle principal de la ciudad, ya se han comenzado a ver las primeras casacas albicelestes. También a escuchar los piropos criollos dirigidos al municipio costero.
Lo cierto es que las diferencias con Johannesburgo son abismales. Aquí se puede caminar prácticamente por cualquier sector sin temerle al fantasma de la inseguridad. La limpieza y el orden general superan ampliamente los parámetros de la Metrópoli de las tierras altas. Y las distancias entre los principales lugares de interés pueden ser cubiertas a pie. En ese sentido, las preferencias de los turistas no dejan lugar a dudas.
Sin embargo, en la capital del Cabo Occidental, la pasión por el Mundial parece más dilatada. Si bien la gente se muestra entusiasmada, la pintura se asemeja algo mas desteñida que en otros puntos del país. La gran cantidad de habitantes blancos (por lo general más adeptos al rugby o al criquet que la población negra) y malayos, ayuda a comprender el escenario. Aún siendo minoría, los blancos son quienes ostentan el capital político y cultural de Cape Town. Imponen el idioma afrikaans y conservan sus tradiciones de siempre. Les gusta la cerveza fría, la vida en la playa, y tryes y conversiones en la tele. El fútbol también los atrae, pero hasta ahí. Para ellos, el campeonato tiene gusto a moda pasajera.
Por estos lares ya pasaron uruguayos, franceses, argelinos, ingleses, holandeses, cameruneses, paraguayos, italianos, norcoreanos y portugueses. Los lusos, junto a los españoles, tiñeron de color ibérico las avenidas locales durante varios días, hasta el duelo que protagonizaron ayer en Green Point.
Ese mismo estadio, moderno y exuberante, será sede del duelo del sábado. Por las noches, un fuerte fulgor que nace de su figura, ilumina la costa del Atlántico. La imagen, favorecida con el trazo magistral que marca Table Mountain, inspira a los hinchas del mundo. Ojalá que también lo haga con Maradona y sus muchachos.