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21 de Septiembre de 2008
Transitando los caminos de la historia - Nota 146
El paso del Malón de la Paz
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Escribe:
Jesús Chirino


Poco antes de comenzar el Gobierno de Juan Domingo Perón, el 15 de mayo de 1946 una caravana de argentinos, de comunidades aborígenes ubicadas en Salta y Jujuy inició la marcha que, luego de recorrer 2.000 kilómetros, llegaría ante las autoridades nacionales para reclamar tierras para trabajar. En los 81 días que duró la marcha de estos hombres y mujeres de la Puna y de Orán, pasaron por Villa María.
Fue aquélla una historia que terminó muy mal. Osvaldo Bayer dice, en el prólogo del libro de Marcelo Valko “Los indios invisibles del Malón de la Paz”, que en el profundo estudio del caso hecho por el autor “…todos los protagonistas de la sociedad constituida quedan mal: peronistas, radicales, los católicos y sus publicaciones, la clase política, la clase propietaria, la docencia. Todo se cae a pedazos cuando la sociedad guarda silencio con el pasado de injusticia…”. Quizás por no estar a la altura de los acontecimientos muchos trabajaron para el olvido de la gesta.

Reclamaban
lo suyo

Ellos mismos se autodenominaron “El Malón de la Paz por las rutas de la Patria” y no sólo protagonizaron la protesta aborigen de mayor visibilidad, también fueron el primer reclamo multitudinario en el Gobierno de Perón iniciado el 4 de junio de 1946. El reclamo por las tierras que les habían usurpado tenía raíces en lo profundo de la historia: la conquista, los encomenderos de la Colonia, los latifundistas republicanos y tantos mecanismos inventados para quitarles lo suyo.
En setiembre de 1945 “tres dirigentes collas, Exaltación Flores, León Cari Solís y Juan Méndez de la zona de Cochinota” llegaron a Buenos Aires, pretendían llevar ante la Justicia a los terratenientes que explotaban a su pueblo. No tuvieron mucha suerte en ese cometido, pero en los largos tiempos que le demandaban los trámites se produjo el 17 de octubre y se mezclaron con los trabajadores que pedían por Perón. En ese viaje también conocieron al teniente retirado Mario Augusto Bertonasco quien desde 1944 se desempeñaba como inspector de Tierras. Iniciaron así una relación de vital importancia para los acontecimientos que comentamos. Valko señala que “a principios de 1946 Bertonasco envió una comunicación a los collas diciendo que la única forma de salvar a la raza indígena en la Argentina era hacer una marcha a Buenos Aires, porque así llevarían a la gran ciudad una muestra de sus padeceres y dirían lo que necesitaban para vivir dignamente…”. Luego, el teniente viajaría al norte argentino para apurar el inicio de la marcha ya decidida por los hombres del lugar. El 15 de mayo, con muy pocas provisiones, partieron desde los departamentos de Cochinota y Tumbayas en Jujuy y la zona de Orán en Salta. En su trayecto el contingente llegaría a sumar 174 personas de diversas edades. Entre ellos Daniel Dionicio que había confeccionado, de manera artesanal, la Bandera argentina que portó a lo largo del viaje.
Narcizo López con sus siete años de edad era el más joven del grupo, en el otro extremo se ubicaba Ascencio Miranda quien contaba 86 inviernos. También integraba el grupo el propio Bertonasco, el alemán Juan Francisco Adolfo von Kemmer y algunos pocos “blancos”. La prensa, haciendo gala de una visión peyorativa de los nativos diría que era un grupo de “indios” dirigido por los “blancos”. En realidad los aborígenes mismos tomaban las decisiones. Incluso hay que nombrar como figura clave del Malón al diputado laborista provincial de Jujuy Viviano Dionicio, hijo del mencionado Daniel, quien era un respetado dirigente en su comunidad.
El inicio de la marcha fue duro, un grupo caminaba, en tanto que otros iban montados en sus caballos. Esto obligaba a coordinar los traslados, luego de pasar la noche en una población primero partían los caminantes, más tarde, los jinetes.
El 5 de junio llegaron a Tucumán, según las órdenes de la superioridad se les alojó en dependencias del Ejército. La gente del pueblo hizo una colecta y les donó dos carros con mulas. En el más pequeño, una jardinera, se colgó el cartel con la designación que ellos mismos se dieron “Malón de la Paz por las rutas de la Patria”. Allí les expresó su solidaridad el joven Atahualpa Yupanqui.

En Córdoba

El 20 de junio llegaron a la ciudad de Córdoba, recibido por el público en las afueras de la ciudad, marcharon formados hasta la plaza San Martín, ingresaron a la Casa de Gobierno y fueron recibidos por el mandatario provincial. Permanecieron en la ciudad casi una semana y modificaron la estrategia del viaje. Habían planeado llegar el día 9 de julio a Buenos Aires, pero comprendieron que antes de hacer una marcha rápida para cumplir los plazos, sería mejor ir recogiendo solidaridad en cada lugar que visitaban. Festejarían el Día de la Independencia en la ciudad de Rosario, donde incluso desfilaron ante una multitud.
A medida que el “Malón…” avanzaba la noticia más se repetía. Revistas y diarios les dedicaban las portadas. Las radios les hicieron reportajes. Parecía que los argentinos se habían dado cuenta que aquellos que llamaban “indios” eran tan argentinos como cualquiera y merecían que les restituyeran sus tierras, sería un acto de justicia social. Aparte si gobernaba, con mayoría contundente en el Congreso, el coronel del pueblo que había impulsado el Estatuto del Peón Rural en 1944 y en la campaña proselitista había hablado de reforma agraria, resultaba imposible pensar que el “Malón….” no tendría un final feliz.

En Buenos Aires

En la mañana del sábado 3 de agosto de 1946, ingresaron a Capital Federal los 163 argentinos que venían marchando desde el extremo norte del país. Las radios hablaban de los “hermanos indios”, la gente los aplaudía en las calles, les entregan cigarrillos y golosinas. Estos argentinos ignorados habían logrado hacerse visibles. Una comitiva aborigen fue invitada a la Casa Rosada y el presidente Perón los saludó e incluso se abrazó a una mujer aborigen en el balcón de la casa de Gobierno.
Pero pronto se apagarían las luces. Los integrantes del “Malón...” se habían vuelto visibles, mostrado las injusticias que vivían, pero de entregárseles las tierras podría ser que también mostraran que eran posibles las expropiaciones de grandes extensiones de tierras. Hasta la FAA escribió sobre la posibilidad de expropiaciones, no en la Puna, si no en plena Pampa Húmeda. Eso tocaba poderosos intereses.
Luego de intentar echarlos de Buenos Aires con engaños o a la fuerza, en la madrugada del 29 de agosto la Policía Federal y tropas de la Marina irrumpieron en el Hotel de Inmigrante, donde se alojó al “Malón…”, vigilados por hombres armados. Primero arrastraron a las mujeres y luego reprimieron a los hombres y los subieron en un tren. Viajarían vigilados hasta la lejana Abra Pampa.
Este es uno de los acontecimientos más tristes de aquel Gobierno popular. En medio del juego de sectores antagónicos ganaron aquellos que no vieron la justicia del reclamo. Quizás alguien se pregunte por qué recordar en estas páginas de la historia regional el paso de estos hombres y mujeres por Villa María. Sostenemos que si solemos recordar el paso de algunos gobernantes por la ciudad, por qué no recordar cuando pasaron por aquí quienes, siendo dueños originarios de la tierra, reclamaban la necesaria para que sus comunidades pudieran trabajar.

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