Escribe:
José Amado Aguirre*
Es humana y cristianamente inconcebible la obstinación del actual Papa para oponerse en nombre de Cristo a la libertad fundamental de todo creyente cristiano al derecho “positivo natural y civil del matrimonio” para quienes sienten y llevan adelante la vocación sacerdotal.
La norma positiva administrativa eclesiástica respecto del celibato obligatorio y no opcional, ya no se puede mantener, ni menos consentir en nombre de Cristo.
Más aún en el actual concierto internacional positivo jurídico, tal prohibición canónica podría constituirse en una injuria penal ante el derecho institucional, sobre todo a partir de la Proclamación de los Derechos del Hombre en 1948 por la ONU.
Podría dar lugar, inclusive, a un proceso penal en el ámbito civil al Pontífice que “a sabiendas de tantos delitos ya públicos de pedofilia de sacerdotes celibatarios y de altos dignatarios eclesiásticos, los ha ocultado por años bajo el pretexto de evitar los escándalos”.
Tal determinación no lo exime de su condición de “cómplice a todos los efectos penales”. Ya no se puede ignorar la correlación pública de la obligación celibataria con tantos abusos sexuales.
No se arguya que aquí se trata de competencia canónica por tratarse de pecado... puesto que aquí se tipifica claramente la existencia de un delito y no sólo de un pecado.
*Presbítero de laIglesia Católica y ex juezde Tribunales eclesiásticos
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