Escribe:
José Guillermo Mariani*
Hay una deuda pendiente para con el campesinado pobre, los pequeños propietarios y los peones de campo. Su situación salarial y sus condiciones de habitación y vida no han sido considerados con la importancia debida a la colaboración que prestan, tan eficaz para el desarrollo y crecimiento nacional hacia adentro y hacia fuera.
Alguna vez se afirmó que éramos el “granero del mundo” (entre 1880 y 1930) y se trataba de una realidad construida en base al trabajo de los pequeños terratenientes y trabajadores estables y golondrinas que eran mano de obra calificada e imprescindible para la eficacia de la siembra y la cosecha.

s Deficiencias
ocultas en
“el granero”

El “granero del mundo” ocultaba sin embargo graves deficiencias sociales ya que, a pesar de la inexistencia de los parámetros del consumismo, la retribución que percibían resignadamente los obreros o peones del campo era a todas vistas insuficiente.
La visión político-económica desde la Secretaría de Trabajo impulsó al General Juan Perón, luego presidente de la Nación, a utilizar la situación mundial para brindar lo que se había constituido en necesidad fundamental: alimentos. Y su atención (o intuición) se fijó primero en el elemento principal: el trabajador, el recurso humano. Y la redacción del Estatuto del Peón Rural fue un paso decisivo para devolver la dignidad a estos directos productores de riqueza que son los trabajadores de la tierra. Y también para lograr mayores índices de producción agrícola superando el consumo nacional y con el puerto abierto a la exportación.
El Estatuto lanzado en 1944 y perfeccionado en 1947 excitó la indignación y el rechazo de la oligarquía agrícolo-ganadera.
Con la Revolución Libertadora y, después el Gobierno dictatorial de Onganía el estatuto pasó a mejor vida. En 2004 escribía Alberto Lapolla: “Argentina, otrora granero del mundo, es ahora una republiqueta sojera productora de commodities forrajeros para que la Unión Europea, China y Estados Unidos críen su ganado”.
En 2008 Luis Alberto Moreno presidente del Banco Interamericano de Desarrollo, decía en Davos: “Argentina podría convertirse nuevamente en granero del mundo para dar de comer al mundo que se avecina”.
Añoranzas, deseos y profecías que comenzaron a apuntar como realidades con la decisión de la comisión Nacional del Trabajo agrario de restablecimiento de la jornada de 8 horas diarias (vigente en el Gobierno yrigoyenista en 1929) rechazada por la Mesa de des-Enlace, Federación Agraria y Coninagro.

Una buena nueva

Hoy, la noticia señala que la Presidencia de la Nación envía un proyecto a la legislatura sobre un nuevo Estatuto del Peón Rural, junto a un anuncio de subsidios destinados a la compra de maquinaria agrícola destinada a pequeños productores y contratantes rurales.
Curiosamente, o quizás debido a la fiebre mundialista, no se han dado las reacciones adversas, a no ser la del presidente de UATRE (Unión Argentina de Trabajadores Rurales) que arguye que se trata de un recurso para debilitar al gremio.
De modo que esta decisión, saldando una vieja deuda, no ha provocado el ruido habitual y los tractores subsidiados, podrán adquirirse silenciosamente.
Es de desear que esta interesante iniciativa sea recibida entusiastamente y tratada con rapidez por el Congreso nacional.
*Presbítero de la Iglesia Católica