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Arriba: Clot, Demonte, Yanina Pastor (directora) y González, junto a los técnicos en la sala |
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Tanto la estructura de la obra como los incesantes pasajes de una situación dramática a otra sin detalle explicativo, exigen contar del otro lado con un espectador atento a lo narrativo y en especial a lo simbólico.
"El filo oscuro del silencio", del dramaturgo cordobés José Luis Arce, fue montada el viernes pasado y anoche por la directora local Yanina Pastor en once retazos, tres jirones iniciales y un final incierto. Contando con los destacados y experimentados actores Javier González y Marisabel Demonte junto al joven Ezequiel Clot en el elenco, Pastor echó a rodar una pieza compleja que intenta ahondar en el perfil depredador de los conquistadores de América y el dominio de la razón instrumental sobre lo natural y lo cultural primitivo (la lengua, la religión y las costumbres).
La trama, en rigor, inicia en otro escenario (el ámbito universitario) y en otro tiempo (la actualidad). Un profesor y una secretaria reflexionan sobre elucubraciones teóricas cuando son advertidos de un motín perpetrado por alumnos. La reproducción de esa burbuja académica hace permeable el ingreso de la otra subtrama, en una suerte del "teatro dentro del teatro". Los mismos personajes representan -con otros atuendos- a Rosales, el conquistador (González, en su típico rol desmesurado), Asquel, la nativa (Demonte, impecable) y Escandón, el lenguajero (Clot). En polos opuestos, Rosales representa la voracidad, la imposición del yugo y más luego la ley; mientras que Escandón exhibe la sensibilidad y la empatía con la nativa como "intérprete de las almas" y el único nexo lingüístico. Asquel es la presa y víctima absoluta; de hecho es violada por el conquistador en una puesta más que cuidada, a teatro leído, y con el fondo de pantalla con dibujos animados de Emanuel Cerino.
La nativa, aún renegando de la pérdida de su lengua, desea descubrir el mundo alegórico que propone un nuevo idioma. Aquí junto a Escandón regalan uno de los pasajes más poéticos a la hora de ilustrar imágenes y sentimientos. Entre tanto Rosales, con la impunidad del poder y oficiante de justicia, teje frases tajantes como: "Vinimos a destruir este mundo pero, mal que mal, hay paz". La obra, vale recordar, formó parte del proyecto de dramaturgia y puesta titulado: "6 por 6, migraciones (in)migraciones, por el Bicentenario" del Teatro Real de Córdoba.
Juan Ramón Seia
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