Los guardapolvos volverán hoy a ser parte del paisaje cotidiano. Pero, no estarán solos. Vendrán, sin duda, acompañados por bufandas, camperas, gorros y guantes.
Es que en uno de los momentos más fríos del año, en medio de la ola polar, otras vez sonarán los despertadores a primera hora de la mañana para avisar a los niños que se terminó el descanso.
Pasaron las vacaciones con la velocidad de un rayo y los cuadernos, carpetas, libros y cartucheras abandonarán el letargo para adquirir el ritmo del estudio.
Las mochilas entrarán en precalentamiento para volver a treparse en las espaldas de los más pequeños y el sonido del timbre volverá a jugar en esos oídos alertas, curiosos, inquietos.
Otra vez las matemáticas harán travesuras en las pizarras en ronda con las Ciencias Sociales y Naturales.
Se terminó el descanso. Las aulas esperan, ansiosas, esas voces chillonas, esas risas inconfundibles que le dan vida durante el día y las dejan soñando con caballos alados en la noche.
Se terminó el descanso y llegan inexorablemente otros momentos ansiados por los pequeños estudiantes. El reencuentro con los compañeritos, el relato de las aventuras vividas o por vivir, el intercambio de la dulce experiencia del receso escolar, el saludo a la Bandera, el abrazo de la “seño”. Todas esas pequeñas y grandes cosas que hacen a la vida.
Los chicos vuelven al colegio, a ese segundo hogar que seguramente aman, más allá de las antipáticas tareas. El “cole” es un sentimiento, como el fútbol o los juegos preferidos. Un sentimiento que te provoca sonrisas y lágrimas. Un sentimiento que te llena de orgullo, cada vez que cruzas la puerta para encontrarte cara cara, con el conocimiento y la vocación de los maestros.
N.M.
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