Señor director:
Y tal como era de prever, se aprobó la Ley de Matrimonio Igualitario.
El debate por TV en el Congreso fue muy rico y permitió escuchar interesantes y excelentes fundamentos, que seguramente colaboraron para despejar dudas y tender un manto humanitario por sobre toda acción discriminatoria e intolerante.
También hubo discursos que no parecían provenir de un razonamiento inteligente sobre igualdad de derechos, sino desde un oscuro prejuicio genital.
Lo lamentable fue que el cardenal Bergoglio pretendió imponerle un tono bélico al debate, refiriéndose al mismo como una “guerra de Dios”, expresión que recuerda a esa otra “guerra” que inventaron los responsables de la desaparición de 30.000 argentinos.
No hay que olvidar que la Iglesia Católica obvió defender los Derechos Humanos durante la dictadura y ahora, en democracia, arenga en contra de los derechos civiles.
Hay un fuerte olor a complicidad, hipocresía e incoherencia en quienes por un lado justifican y perdonan la perversión de criminales genocidas y violadores y por otro discriminan y condenan al amor, por considerarlo “anormal”, cuando éste se presenta en parejas del mismo sexo. ¡Insólito!
Tal vez de allí surge que en nombre de “mucha gente”, una reconocida figura mediática preguntara si los niños adoptados por parejas homosexuales no correrían “peligro” de convertirse en lo mismo, o ser violados.
Cabe entonces preguntar si al identificarse con esa figura, o con ciertos miembros de la Iglesia Católica, no se corre el peligro de convertirse en una persona con anacrónicos prejuicios genésicos, que sabido es, al igual que la ignorancia, confieren una recóndita crueldad en el ser humano.
No obstante, para regocijo de millones de argentinos, que hemos acompañado a otros tantos que la necesitaban, Argentina ha aprobado la Ley de Matrimonio Igualitario dando una muestra de madurez que enorgullece.
Pero sería muy bueno, justo y necesario, que la institución eclesiástica hiciera una profunda autocrítica sobre su participación en la dictadura, su silencio frente a las sentencias de Grassi y de Von Wernich, sus sanciones impuestas a sacerdotes que piensan diferente, como así también sería muy justo y necesario un exhaustivo análisis sobre la pedofilia que la contamina.
Cecilia M. Trotta
DNI 3707462
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