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Miguel, al centro con anteojos, cosechando afectos que supo ganar a partir de su tarea |
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Miguel Olivo trabajó durante más de 30 años en el INTA, en Justiniano Posse, su pueblo. Desde allí desparramó enseñanza, ingenio, creatividad y muy especialmente el optimismo y la fe en el trabajo en equipo, por toda la región y el país.
No solamente en el Pro Huerta, en Escuelas Técnicas, en Hogares Escuelas, capacitando en la elaboración de los productos de las huertas, en escabeches, en dulces a mayor escala, creando herramientas sencillas, caseras, con mucho ingenio, para alivianar y optimizar las tareas de la huerta, de la fruticultura y de la floricultura.
Un autodidacta que para cada tarea inventó una herramienta. Un escardillador de huerta con una vieja "cinzia", por ejemplo. Un optimista que ayudó en la dura crisis del 2000-2002 a generar un polo de microemprendimientos en su localidad, desde tallarines a lombrices, cada quien encontraba en su habilidad o especialidad en la cocina o en cualquier tarea, una fuente de ingresos y sustento para la familia, ya que con una gran carpa gestionada por Miguel, recorrían muestras, exposiciones y localidades ofreciendo sus productos de “Micro Emprendimientos Artesanales de Justiniano Posse”.
En el año 2007, Miguel Olivo presentó sus herramientas, con planos adjuntos en INTA Buenos Aires, con la idea de entusiasmar a algunos fabricantes de pequeñas herramientas a la producción masiva de las mismas. Y lo logró, y en cientos de escuelas, hogares de niños y adultos, centros de jubilados, emprendedores, se utilizan las herramientas por él creadas.
Permanentemente trabajó, creó, generó; generó esperanzas de vida digna y de calidad de vida…
El último 30 de junio, en la intersección de la autopista de la ruta 9 y el ingreso a Bell Ville, fue a alcanzar compañeros que viajarían con la gente de prensa al INTA Expone, a saludar a la gente de prensa, que conocía a todos por el largo trajinar en muestras y exposiciones.
Dialogó con EL DIARIO Rural: "Miguel, tenemos que juntarnos para charlar sobre los 20 años del Pro Huerta”, -“Encantado, tengo novedades y nuevos inventos para contarles, ustedes tienen que contar para que la gente sepa que no es tan difícil, hay maneras de hacer sencilla la micro producción”..., respondió para ponerse a disposición.
No hubo tiempo para la nota. A los dos días de ese encuentro, el corazón de Miguel Olivo dijo basta, súbitamente, y nos dejó su ausencia.
Miguel, un hombre sencillo y sabio, con ganas de hacer y ansias de dar, hizo más que huella, dejó surcos abiertos, donde muchos alumnos de escuelas agrotécnicas aplicarán y transferirán sus enseñanzas. Donde muchos padres y madres transmitirán a sus hijos la importancia de producir los propios alimentos y la alegría de elaborarlos... Donde sus compañeros buscarán sus “apuntes” para seguir sembrando la esperanza y la seguridad de una vida digna a partir del esfuerzo de todos y cada uno.
Va desde estas páginas, este sencillo y sentido homenaje, a un grande, a quien seguramente muchos, le quedamos debiendo un GRACIAS...
Vilma Perrachione
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