Toda la platea baja del Teatro Verdi se hallaba repleta para apreciar las canciones y las extensas e ilustrativas introducciones del cantautor tradicionalista José Larralde. El domingo por la noche y ante algunos gauchos mezclados en la audiencia, el artista convertido en institución de la palabra de campo adentro regresaba a nuestra ciudad luego de cinco años para desplegar sus relatos con visos filosóficos, sus milongas orilleras, chamarritas y su invento “las milongas chamarritadas”, además de sus chistes y sus polémicas posiciones. Luego de reflexionar que “todo está hecho para cagarte la vida y siempre el que lo hace es uno igual que yo”, lanza una sentencia: “El que roba no es porque tiene hambre sino porque es chorro”. De todos modos, su exquisita narrativa oral abunda en una pintura precisa y nostálgica del trabajador rural, sus costumbres, sus alegrías y sus penurias. A la par de recordar las “guitarras de boliche” con cuerdas de tripa y explicar cómo se calentaba la casa con una pirámide de bosta de vaca, puntualizaba: “Antes no sabíamos lo que era tener hambre porque para nosotros eso era lo normal. Ahora con la información y con algo más en la panza lo entendemos”. El público, con aplausos cerrados tras cada interpretación, vivenció una verdadera “guitarreada”, como bien había advertido el artista al comienzo. “Y al que no le guste, se puede retirar tranquilo.” J.R.S.
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