Según el psicólogo Kurt Lewin, la vida es una sucesión de cambios y de pérdidas. La primera reacción ante la pérdida de un ser querido es que es inaceptable. La sociedad actual, no ayuda, nos exige dignidad en el dolor, que no nos quejemos, que enseguida nos comportemos nuevamente “como antes” y nos mostremos bien ante el resto. Pero sin duda, es preciso que alguien nos oiga, nos escuche, que podamos pronunciar y hablar de nuestro dolor sin que nos distraigan, sin que nos cambien el curso de la conversación. Asimismo, sin que medien palabras, un gesto afectuoso puede acompañarnos. Uno de los nuevos tabúes de esta sociedad son la enfermedad, la vejez y la muerte, nuestra sociedad sólo tiene ojos para la juventud, la belleza, la fortuna y el éxito. Hoy no contamos con rituales ni con espacios en donde podamos procesar nuestro dolor ante una pérdida. Lo que no se comprende es que si reprimimos expresar nuestro dolor, este nos acompañara siempre, como una tarea interrumpida o sin finalizar. Confucio dijo “El que acepta sufrir, sufrirá la mitad de la vida; el que no acepta sufrir, sufrirá durante su vida entera”.
Cada uno debe conocer de qué está compuesto su sufrimiento, oír que otros vivieron lo que uno está viviendo, saber que es largo y que hace sufrir muchísimos, que se puede penar durante toda una vida por una muerte o una pérdida y que una vivencia de este tipo vuelve frágil la existencia. Pero también es conveniente saber que una vez hecho el duelo, podemos resurgir más fuertes.
Antes teníamos ritos reparadores de la separación y del duelo. El ritual incluía ropa de luto, flores, rezos, se acompañaba durante más tiempo al sobreviviente y esto le permitía aliviar la tensión del adiós y traer algún tipo de consuelo.
Contar con una red de apoyo es fundamental, cuando alguien está en un proceso de duelo necesita contar una y otra vez lo que le ha sucedido, expresar lo que siente; si la persona no cuenta con amigos, familiares, vecinos, compañeros de trabajo, que medien este proceso tal vez sería bueno que busque ayuda profesional. En principio, un duelo es un proceso bastante normal y bastante lógico con lo cual no se necesita ayuda profesional para elaborarlo, pero el medio debe facilitarle esta tarea.
El duelo es un proceso de adaptación de un individuo al estrés provocado por una pérdida significativa. La pérdida del otro supone también la pérdida de una parte de uno mismo. El trabajo de duelo, es reconocer y aceptar la pérdida y sus consecuencias.
No todos los duelos se viven del mismo modo y cada persona lo hace a su manera, esto depende de la forma en que el individuo se ha construido, de las dificultades que ha tenido para vivir los primeros duelos de su existencia y del vínculo que tenía con la persona desaparecida.
Aunque la sociedad nos apure y nos empuje a terminar rápido con el duelo, cada uno lo hace a su modo, vive su vida y sus sentimientos a un ritmo propio. El duelo requiere un trabajo particular y doloroso, penoso y largo, pero que, cuando se termina, permite no sólo “sobrevivir”, sino vivir

Lic. Débora Landart
Psicóloga - MP.6496
centrodeterapiasdevanguardia@yahoo.com.ar

Duelo - Distintas etapas

Solemos pasar por distintos estadios o etapas: shock, negación, enojo, miedo, tristeza, aceptación, perdón, búsqueda del sentido y renovación hasta llegar a la serenidad y paz. Estas etapas no necesariamente suceden, pueden solaparse, y hasta es frecuente que se produzcan idas y vueltas.
Hay tiempo para todo, para sentir y vivir el duelo, pero también para hacer, para ocuparnos de las muchas actividades de la vida cotidiana. Hacer el duelo significa también aprender a vivir solo/a, aprender a tomar decisiones por nosotros mismo/a, aprender a desempeñar tareas que antes hacía el fallecido, aprender nuevas formas de relación con la familia y amigos, aprender un nuevo sentido del mundo y de uno mismo. Llega un momento en que sabemos que es necesario soltar el dolor y el pasado.