Escribe: Jesús Chirino
Si hablamos de la identidad de la ciudad no podemos pensar la misma sin la gran poesía que se ha cultivado en ella. Y de manera natural surge el nombre de la escritora Edith Vera. En este mes de agosto habrán pasado ochenta y cinco años desde la fecha del nacimiento de la princesa de Las Dos Naranjas, como supo llamarla el escritor Marcelo Dughetti. Repasamos aquí algunos datos de la vida de ella.
Nacimiento
El acta número cuatrocientos cuarenta del Registro Civil de la ciudad, fechada el 28 de agosto de 1925, señala que aquella tarde, más precisamente a las dieciséis horas, se presentó en la oficina estatal Norberto Vera para declarar que el día anterior, a las nueve y quince horas de la mañana, había nacido su hija. La niña vio la luz en el domicilio particular de Vera y su esposa, Aurelia Piazza. Nada de lo escrito en la partida de nacimiento de Edith Vera hizo sospechar que había llegado a la vida una poetiza de letras mayores de cuya obra, la escritora María Teresa Andruetto, escribiría: “Cuando empecé a ocuparme, y a preocuparme, por la literatura que les ofrecemos a los chicos, esto es en l984, la poesía de Edith Vera, brillaba como una extraña gema en el vapuleado mar de los libros para chicos. Y no han cambiado, en ese sentido, demasiado las cosas, porque si la poesía, la verdadera poesía, es difícil de encontrar en este mundo, la poesía para los chicos es infinitamente más inhallable. En un campo tan resbaladizo, tan trajinado por el deseo de agradar, por las obligaciones pedagógicas, por el empeño en lo que debe ser, por lo políticamente correcto, por los manuales de buenas costumbres, por las necesidades curriculares, encontrar expresiones de auténtica poesía ha sido siempre un milagro. Un verdadero milagro…”
Según relató Marta Parodi, Edith no escribió poemas en su niñez, salvo uno cuando tenía seis años de edad. En sus primeros años de vida, aquella niña nacida el 27 de agosto de 1925, se mostró ensimismada, de pocas palabras. Hija de padre socialista, la pasión por la lectura la atrapó en la Biblioteca Socialista cuando tenía once años y leía “La Vanguardia ” y “Crítica“, diarios de esa orientación ideológica.
Aquella pequeña observadora y de largos silencios preocupaba a sus maestras y también a su familia que, citando nuevamente a Marta Parodi : “Un hogar de opresivo orden y agobiantes prohibiciones”. Con el tiempo la niña comenzó a desarrollar la costumbre de ponerse flores en su pelo, hábito que mantendría a lo largo de su vida. En la escuela secundaría tendría muchas amistades, quizás como contrapeso a una problemática relación con su madre. A los 20 años egresó de la Escuela Normal “ Víctor Mercante” con el título de maestra/bachiller y partió a trabajar a la localidad de Leones y dos años después fue trasladada a San Francisco del Chañar. Luego de un paso por Córdoba regresó a Villa María. En 1954 se casó con el médico Mateo Abner y juntos compraron una casa antigua que refaccionaron. Aquellos fueron tiempos de felicidad. Más adelante cursó el profesorado de Jardín de Infantes en la Escuela Normal “Víctor Mercante”. Cuando concluyó esos estudios iniciados en 1969 fue directora del recién creado jardín.
Despojo
En la biografía que escribió Parodi señala que por esa “época se sucedieron en aguda alternancia, hechos buenos y malos en su vida. El matrimonio comenzó a andar mal. Edith supo que debido a serias enfermedades había quedado estéril. Impulsada por la profesora cordobesa María Luisa Cresta de Leguizamón, en 1960 se presentó al concurso ‘Campaña para una buena literatura para niños’ organizado por el Fondo Nacional de las Artes en Buenos Aires, y ganó el Primer Premio. Este consistía en la publicación del libro premiado: ‘Las dos naranjas’, pero Edith estaba muy quebrada y no cumplimentó los requisitos indispensables para que el libro se pudiera editar”. En 1964 se separa de su esposo y recién en 1969 se publicó “La dos naranjas”.
En el año 1979, tiempos de la dictadura desaparecedora de personas, fue exonerada de su cargo de directora del jardín. A la par de eso llegaron los allanamientos a su casa ubicada del lado de los números pares de la calle Catamarca al 1200. Cuando se recuperó la democracia, según cuentan, trabajadores municipales que cumplieron funciones en la Dirección de Cultura, en relación a esos allanamientos, Edith solía recordar que en una de las tantas incursiones militares a su casa, hogar de la poesía, los hombres de verde triste revolvieron todo, como era costumbre tiraron las cosas por el suelo, libros, papeles, cuadros y dibujos que habían en las paredes. Cuando la patrulla del miedo consideró que había terminado su trabajo y emprendió la retirada, uno de los soldados conscriptos tuvo el triste detalle de pisar intencionalmente los dibujos esparcidos por el suelo. Quién sabe qué le despertaba a aquel muchacho el talento que mostraban los dibujos de Edith. Con el tiempo la artista y el ex conscripto se volvieron a encontrar, ya era tiempo de democracia. Ella seguía siendo la misma mujer valiente que solía ponerse flores en el pelo y escribía poesías que quedarían para la posteridad. El había dejado el uniforme verde triste y se había transformado en docente en una escuela de artes. Edith tomaba clases en la institución que el muchacho trabajaba. No se sabe que alguna vez le pidiera disculpas.
Soledad y reconocimientos
Edith Vera fue una reconocida artista multifacética, incursionó en el periodismo, la música, las artes plásticas y la escritura. En el año 2002 por Ordenanza 5.043 fue declarada Ciudadana Destacada de la ciudad de Villa María. En abril de 2003, cuando ya no vivía en su casa, murió pobre y con mucho menos reconocimiento social del que se merecía.
En agosto de 2003 de ese mismo año, mediante Ordenanza 5.192, la ciudad designó con su nombre la Sala de Lectura Infanto Juvenil de la Biblioteca Mariano Moreno. En el año 2004 una calle en Barrio Parque Norte pasó a llevar el nombre de esta mujer. Numerosos han sido los homenajes que artistas de la ciudad han ofrecido a la memoria de esta mujer cuya poesía fue admirada por niños y adultos de tantas latitudes. En setiembre de 2009 se hizo una consulta entre los vecinos para ver qué nombre se le ponía al Jardín de Infantes ubicado en el barrio San Martín, sector de las cuatrocientas viviendas. Entre los sugeridos las docentes eligieron el de Edith Vera, la mujer que quiso que su casa quedara para la ciudad y se transformara en teatro para niños, biblioteca y casa del poeta.
Antes de que Edith falleciera esa casa no sólo había sido despojada, sino que también había sufrido el poder destructor de las llamas. Muchas de sus pertenencias fueron tiradas a la calle. Algunas voluntades se sumaron para reclamar que se concretara la voluntad de la escritora, el intendente manifestó públicamente su predisposición a que se concretara el proyecto.
Pero el tiempo pasó y actualmente en el terreno de aquella casa se erige un moderno edificio. Quizás simbolice la deuda que nuestra sociedad siempre estará pagando por no poder cumplir con aquella voluntad y no haber atemperado, aunque más no fuera, la soledad que muchos dicen vivió esa mujer que tantas veces nos sigue iluminando cuando leemos sus poemas.
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