Escribe: El Peregrino Impertinente
Haga la prueba. Pregúntele a un ciudadano de Estados Unidos de dónde es. La respuesta casi siempre es la misma: “América”. Sí, dicen América. Y no lo hacen en espíritu de hermandad regional, sino todo lo contrario. Cuando dicen América, se están adueñando de una palabra que nos pertenece a todos los habitantes del continente. Pero que ellos ya aferraron como exclusividad anglosajona.
La maldita tradición se hizo famosa a través de las películas. Husmee si no en su retina cinéfila y busque la imagen tan repetida en la pantalla grande: viene un grupo de árabes gritando “llegaron los americanos, llegaron los americanos”. Y ahí no asoma un aymara comiendo choclo ni un cordobés contando chistes. Aparecen esos gringos buenos y lindos, que vienen a salvarnos de los musulmanes malos y feos.
Tengo un plan
Entre viaje y viaje, yo ya he empezado a identificar a los estadounidenses aún sin mediar palabra. Mal llevado, me acerco a ellos cual zarigüeya agazapada y al alcanzarlos, mudo de rostro y sonriente les pregunto: “¿Hola, de dónde sos?”. “De América”, me responden. Y ahí contrataco: “Mirá vos, yo también. ¿Vos de que país?”. Y pensando para mis adentros que así se darán cuenta de su error, que la victoria moral es segura, que el reconocimiento de nuestro derecho y la redención del pueblo está al caer, extiendo los brazos preparándome para un fraternal abrazo, histórico pedido de perdón y lágrimas encontradas. Entonces los tipos me miran fríos, cual asesinos a sueldo y reponen: “California”.
Me rindo. Contra la lógica del Tío Sam no se puede.
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