Señor director:
“Quiero más una libertad peligrosa que una servidumbre tranquila."
Mariano Moreno
Las palabras emitidas por el concejal Andrada dan vergüenza, provocan indignación y merecen una reflexión (N del R: la autora del escrito hace referencia a los dichos del edil en la nota “Satanaces patriotas”, publicada días atrás por este medio).
Como ciudadano, dirigente político y funcionario público debería plantearse el uso que hace de las palabras. El concejal califica, juzga y castiga a quienes considera "detractores" del Gobierno nacional; y amasa una mixtura vil e irresponsable: la Mesa de Enlace, Macri, Duhalde y la Iglesia. Siguiendo la línea verticalista de pensamiento de este gobierno autoritario el concejal provoca, descalifica y le falta el respeto a cualquiera que se oponga a los mandatos supremos de los K. Demoniza, como es costumbre K, al otro que piensa diferente. Utiliza la palabra para ofender, no para disentir, ni para argumentar. Realiza una patética convocatoria a los docentes, que denota la distancia abismal que mantiene con el aula. Como profesora en Lengua puedo asegurar que permanentemente trabajamos, analizamos y valoramos los discursos de todos los ámbitos de la realidad social. Avergüenzan las palabras del concejal y su llamado a "analizar y contrastar el discurso actual con el accionar histórico de estos personajes, sus organizaciones y sus intereses", porque el ámbito de una clase no es un escenario para destruir a tal o cual institución o actor de la política. Educar en democracia implica ejercitar la tolerancia y el respeto a las ideas de otros, desarrollar el juicio crítico, valorar la divergencia ideológica, definir posturas y opiniones en un marco de respeto por la palabra y los argumentos de otros. El análisis del discurso político sirve para revelar posicionamientos ideológicos, es decir, la visión que el emisor de ese discurso tiene de la realidad; y por su naturaleza apelativa, el discurso político pretende convencer. Según Eliseo Verón, el discurso político supone una dialéctica entre las estrategias discursivas de la polémica, centrada en la construcción del adversario. Un diálogo entre los distintos enunciadores que se formula en los términos de réplica o contradiscurso. Las palabras del concejal muestran claramente su análisis de la realidad: a los únicos que puede considerar y respetar es a aquellos que piensan exactamente como él. Los que piensan distinto no cuentan, no merecen respeto, son pasibles de la descalificación, el insulto, la ignominia. El adversario construido por el concejal, representante del pensamiento y las acciones K, es un demonio opositor, un conjunto de instituciones unidas por un tridente. No puede haber ni réplica ni contradiscurso porque las palabras del concejal ni siquiera son polémica. Son sólo una construcción vacía, descalificaciones vanas, insultos llanos. Como ciudadana y como docente ejerzo la libertad absoluta de enseñar a pensar y desarrollar el juicio crítico; para que no haya más servidumbres tranquilas, para que nadie más caiga en las garras incoherentes, hipócritas y autoritarias de algunos políticos y sus discursos. Por otro lado, el concejal podría dedicarse a solucionar problemas concretos de la ciudad, antes que estar desperdiciando tiempo en repudiar dichos mediante una sesión en el Deliberante. Basta, concejal de nominalidades y banalidades. Invierta el tiempo en trabajar y valore y respete un poco más la palabra y su uso.
Prof. Mariela Echavarría
DNI: 22.672.410
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