Escribe: Guilermo “Quito” Mariani*
Los pobres. Digamos primero que hay seguridad de que existen, en diferentes grados y niveles, porque todo el mundo habla de ellos y opina eligiéndolos como punto de referencia para promesas, críticas políticas, acusaciones de vagancia, delito de portar caras, lugares donde viven o modos de vestirse.
La afirmación evangélica “a los pobres los tendrán siempre con ustedes”, que no es el planteamiento de una cosa necesaria o justificable, sino la condena de cualquier desigualdad social, y el empujón para comprometerse en su remedio para que lleguen a ser “bienaventurados”, parece haberse puesto de moda.
Revisamos un poco lo que se oye, no sólo en conversaciones “de mate”, sino en discursos que aparecen como muy serios y fundamentados. Así entenderemos el mensaje que nos transmiten.
Comenzamos por los más resonantes. El presidente de la Sociedad Rural en su alocución tan comentada de la 124º Exposición señaló que las características dolorosas de este Bicentenario son la exclusión y la pobreza, y aseguró que desde el campo hay un plan para eliminar la pobreza.
Es de esperar que ese plan no sea el que se está cumpliendo hace bastante tiempo, que defrauda al Estado en miles de millones de pesos por evasión de impuestos, mediante maniobras fraudulentas que complican a algunos abogados, contadores, escribanos y otros profesionales, que mantiene un 70% de trabajadores en negro y salarios menores en un 50% a los que se manejan como promedio.
El cardenal Bergoglio, primado de Argentina, utilizando un mensaje papal para la colecta anual que se denomina “Más por menos”, repitió tardíamente las palabras usadas por el Pontífice para describir la situación mundial: “El escándalo de la pobreza”. Y lo aplicó, con todas sus letras, a la Argentina de hoy, en la fiesta de San Cayetano del año pasado. En el informe en la visita “ad límina” al Vaticano, el cardenal habló del peligro de disolución social por los escándalos de la exclusión y la pobreza que se dan entre nosotros, añadiendo los ataques a la familia y la educación. No es difícil asociar esas declaraciones tardías a un clima eleccionario, tanto más cuando resultaron repetidas con pocas variantes por Cassareto y otros obispos.
Calificar la pobreza como escándalo y afirmarlo eufóricamente supone o que recién se la descubre o que se ignora la lucha real de distintos sectores por remediarla o que se está dispuesto a tomarla en serio estudiando y procurando erradicar sus causas. O por lo contrario, que se quiere culpar exclusivamente a los gobernantes del momento, para cambiarlos por otros, que según el cardenal llevarían a cargo el propio plan alternativo llamado “Contrato social para el desarrollo”, que propone como puntos salientes: eliminar las retenciones de soja, minimizar las políticas sociales y reprimir el conflicto social.
En realidad, ¡hay bastantes coincidencias entre la Rural y la sede cardenalicia!
Otras opiniones brotan clandestinamente y no trascienden.
- Lo que hay que hacer con los pobres es exigirles que trabajen porque son unos vagos.
- ¿Qué es esto que ahora quieren quitar a los grandes empresarios los frutos de su trabajo para entregarlos a las clases improductivas?
- En realidad uno se preocupa por darles limosna para que la aprovechen y lo que pasa es que la gastan en vino.
- Yo estoy tranquila delante de Dios, porque doy a los pobres todo lo que me sobra.
Pero, por otra parte, no se puede dejar de nombrar a los pobres en los discursos políticos porque son un excelente marketing.
El cambio de estructuras económicas, que es indispensable para que se disminuya la pobreza, suscita necesariamente indignación, cortes de rutas y desabastecimiento, golpismos, discursos encendidos y descalificantes, ira defensiva de todos los monopolios y en especial el de determinados medios de difusión masiva. Hace falta entonces mucho coraje para que, aún lentamente, ese proceso se vaya cumpliendo sin marcha atrás.
Cuando los pobres tengan su espacio disminuirá esta danza verbal que los utiliza.
*Presbítero de la Iglesia Católica
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