Cansado hasta el hartazgo de lo que considera una "injusta persecución" policial, Diego Martín Salas decidió patear el tablero y contar lo que le está pasando desde hace dos años y medio. Y después de acudir a la Justicia para denunciar el acoso que viene sufriendo, salió a defenderse públicamente a través de las páginas de EL DIARIO. Antes que nada, Diego sabe que un error que cometió en enero de 2002 lo llevó a una condena de seis años de prisión. Pero desde que obtuvo la libertad, allá por enero de 2006, "no me mandé ninguna macana -asegura- pagué por lo que hice y ahora no me quieren dejar en paz". Este joven de 27 años, desempleado y con graves inconvenientes en su salud (padece diabetes, es insulinodependiente y tiene problemas en la visión), sostiene que lo único que quiere es que lo dejen en paz para poder conseguir un trabajo y superar la difícil situación por la que atraviesa junto a su madre. "No tengo nada que esconder, por eso fui a hacer la denuncia y hoy vengo a contar todo esto", señaló Salas al presentarse en la Redacción de este matutino para relatar lo que le está sucediendo. Y añade: "Quiero que me dejen tranquilo y que no me amenacen con plantarme pruebas para involucrarme en algún delito. Además, necesito poder andar en paz para conseguir un trabajo". Tras sostener que su madre "está muy angustiada y tiene miedo de que me pase algo malo", Diego recuerda que cuando fue a la Fiscalía del Primer Turno para radicar la denuncia, "el fiscal me dijo que no se iba a hacer cargo de nada y que solamente iba a investigar lo que yo denuncié". "Por eso, quiero decir que hago responsable al doctor (Félix) Martínez por si a mí me sucede algo", enfatizó Salas como paso previo a contar la sucesión de hechos de acoso policial que lo llevaron a formular una denuncia judicial. Cometió un delito y pagó Casi con vergüenza por el daño causado, Diego comenzó su relato señalando que en noviembre de 2002 fue condenado a seis años de prisión por un asalto con un cuchillo, hecho que protagonizó junto a otros cuatro sujetos, tres de ellos menores de edad. El atraco se había producido el 20 de enero de ese mismo año en perjuicio de un remisero villanovense y Salas fue detenido pocos días después. Con apenas 20 años de edad, este joven domiciliado en calle Colombia al 1300, en barrio Roque Sáenz Peña, permaneció en la cárcel hasta enero de 2006, oportunidad en la que obtuvo la "libertad condicional" porque aquella había sido su primera y única condena. En agosto de ese año consiguió trabajo en el Expreso Emir, y allí cumplió tareas sin problemas por espacio de un año y cinco meses. "En enero de 2008 me volvió a detener la Policía: estuve tres días detenido en la Comisaría y otros 17 en la cárcel", recordó Salas. Y agregó: "Iba repartiendo en un camión con un compañero, Germán Gamero. Nos paró el oficial Diego Gallo y nos acusó de que teníamos armas". Agregó que "Gallo se puso a discutir con el otro muchacho, a quien acusaba de que por su culpa lo habían sacado de la Brigada. La bronca era con él (Gamero), y también se la agarró conmigo". "Unos pocos días antes de salir -continuó- el oficial Maximiliano Funes nos notificó que nos habían imputado ‘portación de arma’, pero un tiempo después, el fiscal (Gustavo) Atienza dictó la falta de mérito y más adelante fuimos sobreseídos." Diego recuerda que luego de aquel mal trago estuvo internado un mes en el Hospital Pasteur tras sufrir una severa neumonía, aunque primero permaneció varios días en terapia intensiva, complicado por la diabetes que padece desde hace cinco años. También tiene problema de visión. Usó lentes desde chico, pero ahora no tiene porque se le rompieron y no cuenta con recursos para comprarse unos nuevos. Al salir del Hospital y hasta setiembre de 2008, se recuperó lentamente en la casa de su mamá. Luego consiguió trabajo en la gomería "El Triángulo" (propiedad del esposo de una tía), donde empezó realizando tareas de limpieza y luego arreglando neumáticos. Allí trabajó unos ocho meses, hasta mayo de 2009. "La Policía iba seguido a la gomería y me provocaba, o le decían cosas de mí al dueño para que me dejara sin trabajo", continuó Salas en su pormenorizado relato. El 6 de mayo del año pasado, alrededor de las 19.30, fue nuevamente detenido. "Estaba por comer algo en un carrito-bar que está al lado de la gomería cuando llegó una chatita y se bajaron dos personas que tenían puestas las capuchas de los buzos que llevaban", recuerda Diego. "Eran de Investigaciones. Uno me dijo ‘somos policías... dame el arma que tenés’, y yo le dije que no tenía nada, que estaba trabajando", añadió. Después llegaron otros móviles y varios efectivos, entre los que mencionó al comisario José Martínez, a Gallo y a Ezequiel Lozano. "Me esposaron y me subieron a una camioneta del CAP -añadió-. Cuando íbamos hacia la Comisaría, Lozano me amenazaba diciéndome ‘dame el arma, sino te siembro una 9’, y yo le dije que hiciera lo que quisiera, que no tenía ningún arma y que no había hecho nada." Cuenta que en sede policial le iniciaron un sumario contravencional por "negativa a identificarse" y que no la pasó bien. "Me insultaron y me verduguearon todo el tiempo porque se acordaron de los 20 días que había estado detenido en 2008." Agregó que "en un momento de bronca me golpeé la cabeza contra la pared, y por eso me imputaron ‘daño calificado’ porque se rompió parte de la mampostería". Estuvo detenido una semana. Hizo huelga de hambre durante dos días y hasta se negó a ser medicado. "Salí el 14 y a la semana siguiente (el 21) volvieron a detenerme frente a la Escuela del Trabajo por ‘merodeo’, cuando en realidad yo iba a la casa de mi hermana", explicó. Lo soltaron a las dos horas. Cuenta que en otras ocasiones logró evitar las detenciones sencillamente porque salió corriendo. "Apenas me ven me meten preso. Tengo que ir al centro con mi mamá o con mi hermana, porque si me ven solo me detienen porque sí", se quejó Diego. Pero la gota que rebasó el vaso se produjo el lunes de la semana pasada. "A eso de las 18.30 iba a la casa de mi abuela, en Villa Nueva, y apenas doblé en la plaza se me pusieron al lado dos policías en moto. Me pusieron contra la pared, me esposaron y me llevaron detenido a Villa María... ¡y yo no había hecho nada!" Tras recuperar la libertad, a eso de las 22, decidió contactarse con gente de la VACAP (Vecinos Autoconvocados Contra los Abusos Policiales) para ponerse de acuerdo y concurrir a Tribunales lo antes posible para realizar la denuncia. Sin embargo, esa misma noche, alrededor de las 12, volvió a padecer el hostigamiento policial. "Después de salir de la Comisaría, me fui caminando hasta la casa de una de mis hermanas, que vive en barrio Las Acacias. Allí me encontré con mi novia. Y cuando la estaba acompañando a su casa, que está a dos cuadras, vimos un patrullero con las luces apagadas. Nosotros apuramos el paso, pero unos 30 metros antes de llegar prendieron la luz y aceleraron. Entramos justo cuando el patrullero llegaba. Uno de los policías se bajó y pateó la puerta, y desde afuera gritaba ‘decile al puto ese que nosotros andamos siempre en la calle’. Después se fueron." "No doy más" Diego asegura que no sabe más qué hacer para evitar estos acosos permanentes. Y casi implorando, afirma: "No doy más, no puedo más. Quiero trabajar y poder caminar por la calle sin problemas. Por eso llamé a la gente de la VACAP, para decirles que quería hacer la denuncia". La "frutilla del postre" la tuvo el miércoles pasado, a eso de las 19, cuando una camioneta del CAP, con dos uniformados adentro, se paró frente a la casa de la madre. "Vení cagón, salí", dice que le gritaron un par de veces antes de abandonar el barrio con las balizas encendidas. En la denuncia judicial, Salas incluyó los nombres de los policías que lo hostigan, y además de los ya mencionados Martínez, Gallo y Lozano, agregó los de Cristian Carpené, un tal Mondino y otro apellidado Rivarola.
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