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17 de Agosto de 2010
Primera parte
Anécdotas de cincuenta años en la Medicina
El médico cordobés Eduardo Wyse viene dando charlas basadas en su experiencia profesional. Hace una semana, habló del tema en Hernando
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Estoy muy agradecido a EL DIARIO, por permitirme compartir con ustedes sobre mi primer medio siglo con la Medicina.
Verán dos líneas: Medicina y contribuciones a la sociedad.
El reconocimiento mayor es para los genes –de mis padres-, para la atención médica y la farmacología que colaboraron.
Desde un punto de vista religioso, Diosito (en cordobés) me tiene en sus planes.
Repasaré algunas situaciones con mensaje o "mensajes".
Corría el año 1946. En un pueblo de la periferia de la ciudad de Buenos Aires; un médico –en consulta domiciliaria- encuentra una señora amiga. Más tarde lo supe: un edema agudo de pulmón.
Decide –en la casa- hacerle una flebotomía, a nivel de la vena mediana: basílica o cefálica. No lo sé.
El médico de familia, explica: “Veremos si esta columna de sangre se va reduciendo y si en esas condiciones, la señora Dora, respira mejor. No se asusten de la sangre en la palangana” La señora Dora, se salvó.
Antes sanguijuelas, luego diuréticos mercuriales. Más adelante, diuresis osmótica, diuréticos de asa. En el año 1959, hacíamos torniquetes rotatorios de las cuatro extremidades.
Hoy, transplante cardíaco. Inmunológicamente, más fácil que el renal.
Cristian Barnard en Sudáfrica (1966) y Cadey en Houston (1967)
A corta distancia de sesenta años, desarrollé la idea de la inducción de resistencia a la teofilina, por su uso prolongado.
Cuando el primer día de residencia de Medicina Interna, en la Universidad de Minnesota; el profesor Watson explicó que esa universidad formaba futuros investigadores y profesores y que las ideas para la investigación, "están allí, al lado de la cama", me propuse la investigación de la teofilina.
Así fue. Descubrimos –por casualidad- el mecanismo de inducción enzimática por acción del fenobarbital. Oxi-metilación que le llaman.
No era inducción enzimática por el uso. En nuestro país, tenía en su composición, fenobarbital.
En 1992, se realizó un reconocimiento de las ideas originales. Abrieron puertas a la investigación. Más exactamente: febrero 10, 1992 en “This Week’s Citation Classic: Jene J.W, Wyse E., Rood F.S. & MacDonald F.M…Pharmacokinetics of theophylline application to adjustment of clinical dose of aminophylline. (Pulmonary Disense Service, Minneapolis Veterans Hospital, and Department of Medicine, University of Minnesota Medical School MN)…”..These studies were done with the considerable help of an Argentinean medical resident, Eduardo Wyse. We both have scarred veins to show for it….” (Estos estudios se realizaron con la ayuda considerable de un médico residente de Argentina, Eduardo Wyse. Los dos tenemos cicatrices en las venas para demostrarlo).
Existía en el Hospital Nacional de Clínicas una sala de internación, a la que se le llamaba, de las “mujeres vaciadas”; en referencia directa al vaciamiento pelviano por carcinoma avanzado ginecológico. Generalmente carcinoma de útero invasivo. Era profesor Humberto Dionisi, quien por su capacidad y experiencia fue médico de María Eva Duarte de Perón.
Hoy no llegamos a esos extremos: gracias al Papanicolau y a la conciencia popular de prevención; que se somete a esos controles.Pero falta investigar más aún.
Algo similar ocurre con el carcinoma de mama: casi no vemos las mutilaciones de otras épocas. El diagnóstico precoz es fantástico. Hasta las obras sociales contemplan y aprueban la realización de la mamografía preventiva.
En los finales de la década del 50 e inicio de la década del 60 me impactaba en gran medida la parálisis bulbar, fuera ella por poliomielitis, por tétanos o por poliradiculoneuritis. Visita mi mente esa imagen de los pacientes. ¡No podían contar hasta diez!.
Siguiendo a los indios amazónicos, se bloqueaba el espasmo paralizante con curarizantes. Era necesaria la respiración asistida. Es decir, del pulmotor, de la bolsa manual (¡bolseada cansadora!). O de los recién avenidos –por entonces- los respiradores artificiales.
A propósito de ello, en el Hospital Córdoba; el doctor Maña –tucumano él- advirtió la necesidad y creó su respirador, muchas veces perfeccionado.
Me permito expresar que mientras algunos miran, otros ven.
En el Hospital Rawson aprendí el razonamiento diagnóstico, sesiones anatomo-clínicas de calidad, con el aditamento de conceptos administrativos. Así era Remo Bergoglio. Por entonces esa fantástica escuela médica, funcionaba en lo que es hoy la Terminal de Ómnibus de Córdoba. La sede actual era en esos tiempos, el Hogar de Menores Madres, que fue trasladado a la localidad de La Calera.
El trabajo en equipo que presencié, aprendí y participé en el Hospital de Niños de Córdoba en el verano de 1960 me conectó con un nuevo aprendizaje y desafío: la diarrea estival y la consecuente deshidratación, desnutrición y muerte; si no se encontraba la vena salvadora.
Mediante un plan de educación, se instruía a las madres y se les proveía leche en polvo.
¿Por qué no podemos extinguir la desnutrición infantil?. Lo ha logrado Chile, con fundamentos más economicistas que idealistas.
El Festival Nacional de Folclore, tiene relación con la evolución de la Medicina?
Sí. Los médicos Santos Sarmiento y Wieler, con el advenimiento de la estreptomicina y la nicotibina, que cambió la tuberculosis; supieron ver el momento de mudar de aires la imagen del Cosquín contagioso, gestando el cincuentenario festival. ¡Qué visión! ¡Qué creativa visión!
Evoco los años 1960 y 61. Con los gratificantes recuerdos junto a Agustín Caeiro -“Don Agustín”- en lo científico y en lo personal. Seguramente les interesará saber, que con la anamnesis se lograba una aproximación diagnóstica entre el setenta y ochenta por ciento. Ese estudio “Agustín Caeiro”, no fue publicado.
Permítanme expresar algo así como “el paciente es como el perro; sabe quién lo quiere y a él se brinda”. ¿Qué quiero significar?:que don Agustín obtenía información muy útil y necesaria, que otros profesionales no lograban.
El Hospital Privado: líder genuino. Llegó a ser el iniciador del seguro de riesgo de salud.
En la Universidad de Minnesota, descubrí que mi éxito original en la guardia; como hábil en “disponer” si el paciente se internaba, observación o alta, no era suficiente. Debía estudiar más y no conformarme con lo adquirido hasta ese momento. (Fin de la primera parte)

Eduardo Patricio Wyse
Médico
MP 3018

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