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Lorenzo Gilli, uno de los ciudadanos destacados de Villa María a los que alude Iribas en su conceptuosa carta. Para él fue “un hombre de bien, de otra época” |
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Después del fallecimiento de Leopoldo Marsilli y ante la consideración del doctor Miguel Sponer sobre su vida a través de EL DIARIO, me preguntaba si es necesario llegar a la finitud para reconocer en alguien los méritos realizados en su vida.
¿No hay, acaso, ciudadanos locales, algunos con vida y otros no, que merecen una dedicación similar a la de Leopoldo, al cual conocía, que también deben ser considerados?
¡Claro que los hay! Y voy a señalar algunos, con elogios o críticas, pero en una sociedad excitada por el consumo, donde prevalece el tener sobre el ser, o se mide las cosas por lo que uno tiene y no por lo que uno es. Creo que en ellos prevalecieron principios y honestidad.
Omar Toscano: pertinaz, obsecuente con sus ideales, poniendo el cuerpo ya que, según su pensamiento, con las ideas sólo no basta, atendiendo a cualquier ciudadano que haya sido avasallado en sus derechos, sin horario a pesar de sus canas.
Camilo Rodríguez: menos canas que el anterior, pero honesto de igual manera. Querido por Alfonsín, aún sigue su lucha, ahora por los jubilados. Se hizo radical porque su padre, que era afilador, paraba en la casa de don Amadeo Sabattini, y éste siempre lo hacía pasar a tomar mate ¿Que humildad, no? En las asambleas sindicales en Buenos Aires los opositores le gritaban “peludo”, pero éste no claudicaba. Creo que tiene el mismo reloj, el mismo auto y no posee ningún espacio sojero.
Roberto José Díaz: médico. ¿Quién no lo conoce a Robert? Cariñoso, respetuoso, buen profesional. Querido tanto por sus pacientes como por sus amigos del club al cual concurre. Con casi 82 años, a las 8 de la mañana ya está en su consultorio. Va caminando despacio por el dolor en unas de sus piernas. Según él, nació medio chueco. Atiende hasta los días feriados. Hace poco vendió su viejo Renault. Antes de entregarlo lo hizo reparar y revisar por el mecánico para que el comprador lo recibiera en buenas condiciones. Una maravilla de persona. “Mi Sarmientito”, solía decirle una prima que él atendía.
“Nito” Botta: el filósofo Fernando Savater decía que el político era un rostro visible, por eso era aceptado o criticado. El “Nito” era uno de ellos. En lo personal, y saliendo de lo político, un tipo bárbaro en sus consejos. Parecía nacido en un país de tradición protestante. Laborioso y ahorrativo. Siempre manifestaba lo mismo: tener el rancho propio, que no fuera para nada suntuoso pero propio, apostar al ahorro ante cualquier adversidad y en particular al enfermarse, de lo contrario uno estaba demasiado guacho. Días pasados me encontré con un amigo de él de toda la vida y comentándole lo anterior me decía: “Así era el Nito”. A mi criterio, un tipo honesto tanto él como sus hijos. En su actividad política, si un conocido fallecía, el dinero destinado para la corona iba para el Hospital.
Lorenzo Gilli: lo conocí de chico. Tenía una empresa de transporte, en San Juan y Maipú, que albergaba a muchos trabajadores. Fue uno de los fundadores del Club Ameghino. Un hombre de bien, de otra época, reconocido -a pesar de ser de otra generación- por los hinchas de San Lorenzo en la actualidad por su paso como futbolista en dicha institución. Fue unos de los primeros en pisar suelo porteño como tal. En una oportunidad le pregunté al hijo por qué su padre nunca había recibido un reconocimiento ni aunque sea el nombramiento de una calle, ya que en la ciudad había nombres de calles cuyos personajes, en lo social o cultural, no habían aportado absolutamente nada, ni qué hablar en lo histórico... calles con el nombre de Julio Roca o Juárez Celman, ambos presidentes, personajes nefastos en la historia argentina. El tampoco lo entendía. No pretendo con esto que se abran las puertas del Teatro Verdi ni del Consejo Deliberante, o se nombre una calle para ser considerados, sino que me pareció oportuno rescatar su altruismo y entrega de los que están con vida y de los que ya no están.
Para finalizar, Domingo Faustino Sarmiento defendía la escuela primaria como base de la civilización y moral del individuo.
A lo mejor, y aunque parezca una utopía, un ratito o una vez por año sería oportuno, para lograr una mejor ciudadanía, destacar algunos de los detalles de estos ciudadanos que son parte de lo nuestro, lo local.
Quizás alguno lo recepte y le sirva de ejemplo a seguir.
Juan Guillermo Iribas
DNI 13726535
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