Escribe: Pepo Garay
Especial para EL DIARIO
“¿Así que sos de Córdoba, no? Yo voy siempre para allá, me encanta. Acá en cambio no hay nada para hacer, es aburrido.” Miente Germán. Acodado en el mostrador de su quiosco céntrico, añora los portentos de nuestra provincia. Pero en ese afán, no detiene en las dotes de su propio suelo. La ciudad de La Rioja ofrece un universo nuevo y siempre apetecible. Combina el movimiento y la actividad de cualquier cabecera provincial, con la calma y la serenidad de los pueblos. Calles con vida y siestas largas conviven al ritmo de un centro remozado y la vigilia de las montañas. El escenario tienta.
El color del centro
En la plaza 25 de Mayo todo es ir y venir. El núcleo de esta urbe de casi 150 mil habitantes goza de vitalidad. La gente se pasea por sus entrañas, pintando de color las adyacencias. Están los que llevan el paso apurado, típico de las grandes ciudades, en las que el tiempo cotiza a la suba. Pero también los que arrastran el tranco, manos detrás de la espalda, paz en el semblante. La belleza de la explanada termina de animar el cuadro, con la Catedral en una esquina y la Casa de Gobierno en otra. La sede administrativa se erige como uno de los edificios más representativos de La Rioja. De soberbia estampa, también sirvió como sede de gobierno durante la administración española.
A los costados, sobre las calles 25 de Mayo y Joaquín V. González, dos agradables peatonales discurren dotando de ajetreo al Centro Cívico. Comercios varios, bancos y entes estatales discurren por los alrededores. El sol, convidado permanente en el oeste argentino, perfuma las baldosas negras y blancas del pulcro paseo. Si de compras se trata, conviene visitar alguno de los muchos negocios de productos regionales. Dulces, nueces, quesos, aceitunas y todos sus derivados son el clásico de la zona. También los vinos, que poco a poco van ganando prestigio entre los especialistas en la materia.
Con las alforjas cargadas, el viajero continúa su recorrido. Es hora de admirar los templos locales. A la ya nombrada Catedral se suman el Convento Santo Domingo, y las iglesias La Merced y San Francisco. La devoción religiosa del pueblo riojano se palpa no sólo en estas admirables construcciones, sino en todo el ejido urbano, plasmado en vírgenes y estampas del mismo tenor.
Vista a los cerros
Pasa la hora del almuerzo, y de repente el casco céntrico se vuelve murmullo. El aire convida al descanso, pero el forastero anda inquieto. Las preciosas montañas que lindan con arterias y avenidas, lo llaman a ponerse en marcha. Rodeada por la Sierra del Velasco, La Rioja disfruta de un solemne paisaje montañoso. Otrora hogar de los Diaguitas, las áridas laderas ofrecen visuales dignas de admiración. Poca propaganda tienen. Pero ostentan un buen caudal de satisfacciones para regalar.
En ese sentido, vale la pena acercarse hasta espacios como el cerro de La Cruz o las ruinas del Fuerte Las Pardecitas. Esta última se luce en las afueras de la ciudad, a la entrada de la Quebrada de los Sauces. Una viejita camina sobre la ruta, cercada de montañas y viviendas sencillas. Con la típica tonada provinciana, responde a la consulta del extraño: “El dique Los Sauces está aquí cerquita nomás”. A sólo siete kilómetros de allí, el precioso espejo de agua potencia las bondades del entorno. La señora no se queja. Su lugar en el mundo la tiene bien mimada.
Si vas para el sur argentino
La Asociación de Reporteros Gráficos de la República Argentina (ARGRA) informó que entre el 4 y 18 de setiembre se llevará a cabo en Viedma la XXI "Muestra Anual de Fotoperiodismo Argentino", en el hall central del Centro Municipal de Cultura de Viedma, Gallardo 530.
Por tercer año consecutivo los habitantes de la región y los visitantes podrán admirar más de 100 fotografías en exposición; imágenes pertenecientes a reporteros gráficos argentinos, que registran los hechos más relevantes de este último año en materia de actualidad, deportes, retrato, vida cotidiana, política, naturaleza, medio ambiente, arte y espectáculos ocurridos en el país y en el mundo.
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