No hay 22, sin 31 de agosto, ambas fechas forman parte de un mismo acontecimiento histórico indivisible, que para mejor comprensión de los hechos que nos ocupan y su significado, es preciso advertir que no sólo se trató de una simple renuncia a la candidatura a vicepresidente de la Nación.
Habitualmente, los que interpretan el hecho son politólogos, historiadores, sociólogos, dirigentes políticos, directores de cine, novelistas, entre otros opinólogos, todos ellos no peronistas, no obstante, algunos peronistas repiten, muchas veces desaprensiva e interesadamente, otras irreflexivamente y algunos faltos de información, estas explicaciones “de afuera”, como válidas, en realidad dirigidas a enfrentar a Evita con Perón, porque entre otras cosas, afirman: “Perón no se lo permitió porque amenazaba su propio poder”, “estaba enferma”, “los militares se opusieron”.
No se conoce prueba documental, que avale alguna de las teorías que mencionamos antes. En cambio, sí conocemos el testimonio de Evita.
Creemos, que cualquier persona puede y debe tener el derecho a opinar en la dirección que prefiera y creer en lo que más le guste. Lo que pretendemos todos es que, antes de hacerlo, lean y escuchen la palabra de la principal protagonista de este extraordinario acontecimiento político.
Enorme masa popular
En 1952 terminaba el período iniciado por seis años en 1946. Los partidos debían elegir a sus candidatos, porque en noviembre de ese año serían las elecciones generales presidenciales. La reforma constitucional de 1949, habilitaba para reelegir al presidente por un segundo mandato. El peronismo, organiza un gran acto en la avenida 9 de Julio de la ciudad de Buenos Aires y a propuesta especialmente de la CGT, se impulsa la fórmula Perón-Evita, se lo denomina Cabildo Abierto del Peronismo.
El 22 de agosto de 1951, no había ningún requisito que cumplir para ir al acto, sólo la voluntad de concurrir. Resultado: dos millones de personas presentes, esa enorme masa popular, iba a tomar una decisión de conjunto, en un mismo lugar y al mismo tiempo, por eso no se recurre a una elección interna. Es un acto absolutamente revolucionario.
El acto comienza con el discurso de Evita, donde no acepta ser candidata a vicepresidente, se produce un extenso y superlativamente dramático diálogo con la multitud. El pueblo insiste para que acepte y ella explica que se siente más útil en el terreno de la lucha que ha elegido y no ocupando un cargo. Continúa el diálogo. Hay una contradicción evidente entre lo que se le pide y lo que Evita reclama conservar, la misión asumida en el movimiento.
La presión de la multitud para que acepte, crece, por momentos es extrema, en tono de ruego dice: “Compañeros, por el cariño que nos une, no me hagan hacer lo que no quiero hacer”, y más tarde afirma: “Yo no renuncio a la lucha, renuncio a los honores”. Evita, pide a la multitud, unas horas para poder responder, finalmente el acto termina sin que la cuestión sea dirimida.
Su mensaje
Nueve días más tarde, el 31 de agosto por la Cadena Nacional de Radiodifusión, comunica al pueblo, su decisión irrevocable y definitiva de renunciar a la candidatura a vicepresidente de la Nación. Afirma que lo hace con “total y absoluta libertad” y que prefiere seguir estando junto al pueblo en su puesto de lucha y no ser vicepresidente. Dirá “Ya en aquella misma tarde maravillosa, que nunca olvidarán ni mis ojos ni mi corazón, yo advertí que no debía cambiar mi puesto de lucha en el Movimiento Peronista por ningún otro puesto” y “Yo sé que cada uno de los descamisados que me quiere de verdad, ha de querer también que nadie tenga el derecho a descreer de mis palabras y ahora, después de esto, nadie que no sea una malvado podrá dudar de la honradez, de la lealtad y de la sinceridad de mi conducta”.
Casi un mes después del renunciamiento, el 28 de setiembre, sectores más recalcitrantes y gorilas de la oposición a Perón, provocan por medio de un minúsculo grupo de militares un intento de golpe, encabezado por el general (R) Luciano B. Menéndez, que rápidamente fue sofocado.
Eva Perón en su libro Mi Mensaje, nos refiere: “Aquel día, el 28 de setiembre, yo me alegré profundamente de haber renunciado a la Vicepresidencia de la República el 22 y el 31 de agosto. Si no, yo hubiese sido otra vez el gran pretexto. En cambio, la revolución vino a probar que la reacción militar era contra Perón, contra el infame delito cometido por Perón al "entregarse" a la voluntad del pueblo, luchando y trabajando por la felicidad de los humildes y en contra de la prepotencia y de la confabulación de todos los privilegios con todas las fuerzas de la antipatria.”
Renuncia y afirmación
Lo ocurrido en agosto de 1951, en las dos perspectivas, la renuncia y la afirmación de su misión, adquiere una relevancia y trascendencia decididamente superior a la que habitualmente suele darse, cuando, desde cierta postura política, lo único que se aprecia es solamente el rechazo a la candidatura para un cargo electivo, como si este fuese el objetivo único y más valioso de un militante, el testimonio de la propia Evita sobre las causas dejan perfectamente claras las razones y motivaciones de su decisión, por incomprensión, superficialidad, desaprensión o poco claros designios, se los omite pertinazmente.
La naturaleza misma de la determinación de Evita, conlleva la no renuncia a la misión que había asumido en el Movimiento, es decir que, al mismo tiempo de ser una negativa, creemos que la decisión fundamental es la afirmación de su voluntad de no abandonar el espacio de conducción táctica absolutamente leal a Perón, que por derecho propio, por derecho otorgado por el pueblo y por Perón, había conseguido. Evita, como millones de argentinos, acompañó a su destino, optando y decidiendo cuál era su espacio político. Lo hizo con absoluta libertad y con plena conciencia y responsabilidad teniendo, seguramente a la vista y a su alcance una enorme cantidad de posibilidades, incluyendo desde luego la de ser vicepresidente de la Nación. Eligió lo más difícil, estar con los humildes en el propio terreno de la acción y ejecutar desde ese lugar la justicia social.
Femenina ante todo
Evita descalificará al feminismo cuya propuesta es precisamente resolver la contradicción con los hombres, pareciéndose y haciendo lo mismo que éstos, en el mismo espacio y de la misma manera, es decir como hombres. No es feminista, es femenina y con mayúsculas. Es ante todo, mujer, que sin perder su condición y esencia, obtuvo para la mujer argentina, más avances y conquistas que en toda su historia anterior.
Si hubiese aceptado ser candidata y seguramente luego elegida vicepresidente de la Nación, es muy difícil que con el sobrepeso burocrático de tal cargo electivo, hubiese podido estar las 15 ó 18 horas diarias que le dedicaba a su verdadera misión.
Aceptar tamaña investidura, la sacaba del terreno de la acción para la justicia social donde era virtualmente irremplazable. Era ella, la que personalmente entregaba un bien, una herramienta o un subsidio a un argentino humilde y era ella la que relevaba “in situ”, por ejemplo, la necesidad de un nuevo policlínico en algún lugar de la Argentina, controlando además, que se hiciera en el tiempo y forma previstos.
Era ella la que tendía un “puente de amor” entre el pueblo y Perón. No era imaginable todo este vértigo de justicia social desde la vicepresidencia.
Evita conducía tácticamente en el terreno de operaciones, a la organización de la mujer desde el Partido Peronista Femenino y a la Fundación Eva Perón, que es en este período, nada menos que el máximo organismo no gubernamental, de ejecución de la justicia social para el pueblo, esa es su misión.
La misión de Evita es entonces, ser el comando táctico absolutamente leal a la conducción superior del General Perón, a su estrategia y a los propósitos generales del Movimiento Nacional. Este es el enorme e inmenso valor del renunciamiento de Eva Perón.
Fuentes
Eva Perón - Discurso en el Cabildo Abierto del Peronismo, avenida 9 de Julio, Buenos Aires, 22 de agosto de 1951.
Eva Perón - Mensaje al Pueblo de la Nación por LRA Radio del Estado en Cadena Nacional de Radiodifusión, Buenos Aires, 31 de agosto de 1951, 21 horas.
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