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El escritor compartió escena con las intérpretes de la obra basada en sus textos históricos, el sábado pasado en La Panadería, ante una sala semicolmada |
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El sábado por la noche se llevó a cabo la presentación de la obra “Que paren los relojes” en la sala La Panadería, organizada por el programa Café Cultura Nación y la asociación local La Base.
La pieza, constituida por cuatro monólogos e inspirada en las novelas históricas del escritor Andrés Rivera, se montó con las performances individuales de las actrices, coordinadas por la directora y actriz, Mirta Bogdasarian.
Tras la puesta en común -en peculiar contraste de personajes varoniles en boca de intérpretes femeninas- había llegado el momento del diálogo y la reflexión posteriores. Para ello, el evento tenía previsto la presencia del propio Rivera, quien se apostó al lado de las actrices para enfrentar al público.
El prolífico autor comenzó deslizando algunas alusiones a los referentes encarnados: Saúl Bedoya, el juez hacendado y protagonista de "El amigo de Baudelaire" y "La sierva", Juan Manuel de Rosas de "El farmer", el líder sindical y anarquista Guido Fioravanti y Juan José Castelli, orador de la gesta de Mayo en "La revolución es un sueño eterno".
Luego, brindó una lúcida intervención sobre la relación entre los libros y la vida. “Dicen que ‘La revolución...’ (Premio Nacional de Literatura) vendió unos 60 mil ejemplares y que por cada libro, leen cuatro. Es decir, que pasaron por 240 mil personas, entre chicos y grandes. Eso no significa nada. Ahora, un joven una vez me dijo que ese libro le había cambiado la vida. ¿Qué se puede decir después de eso? ¿Cuántos de acá leyeron la Biblia, el Torá, el Talmud, libros religiosos y canónicos? Mi primer libro se titula ‘Los miserables’. Me había suscitado preguntas que uno se debería hacer cuando está agonizando. ¿Qué hago con mi vida después de este libro? ¿Le habrá pasado lo mismo a Karl Marx, que leía Shakespeare y se lo recomendaba a sus hijos?”, acotó.
Por último trazó un lazo entre la pluma de Borges, “nuestro escritor más importante”, y la noción de argentinidad/porteñidad de sus escritos, al evocar el poema “El general Facundo Quiroga va al muere”.
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